Que la gastronomía es una disciplina profundamente transversal se pone de manifiesto al relacionarla con las dos noticias que acaparan las portadas estos días. De un lado la eliminación de la selección española de fútbol, que más allá de lo deportivo o anímico, resulta todo un mazazo para la hostelería española.

Los bares y restaurantes habían colocado pantallas, diseñado menús especiales, cenas y meriendas, en previsión de la llegada de aficionados que prefieren compartir la experiencia --ya decepción-- en lugares públicos. Y ya no será lo mismo; no se celebra de la misma manera un partido de la roja, que, por ejemplo, Nigeria contra Ghana, si es que puede darse tal cruce.

Pero también van a sufrir las consecuencias los telerestaurantes, las tiendas de comida preparada y quienes venden quesos y embutidos, alimentos muy relacionados con la doméstica contemplación del fútbol. Por no hablar de los cerveceros. Así, esta temprana eliminación mermará las arcas de un sector que esperaba este mes para redondear, o sobrevivir, a este primer semestre en el que apenas se aprecia esa recuperación económica.

Pero también la real coronación afecta a la hostelería. Por lo que publican las revistas de colorines, los entonces príncipes eran bastante dados a escaparse a cenar en restaurantes jóvenes y modernos, distendidos, alejados del boato que se asocia con la gastronomía de la realeza. Lo que suponía, indudablemente, la promoción de establecimientos informales, diferentes, que debe ser una de las vías de identidad de nuestra gastronomía mayoritaria.

Y parece bastante improbable que, en su nueva tarea, la real pareja pueda continuar con estas lúdicas escapadas, más o menos clandestinas. Queda por ver si, en el ejercicio de su cargo, promocionan nuestra gastronomía, y cuál de las varias que coexisten.

Lo dicho que la gastronomía, bien entendida, en toda su amplitud, es una de las escasas disciplinas que afecta a todos los órdenes de la vida. Sin comida, no hay vida.