El 27 de agosto de 1992 fue un día tranquilo en Sarajevo. Cayeron 300 bombas, murieron 15 personas y hubo decenas de heridos mientras los francotiradores esperaban agazapados sus próximas víctimas. En aquellos días, el humorista local Radivojev no tenía inconveniente en decir que la ciudad bosnia había vuelto a convertirse en ciudad olímpica ("todos los ciudadanos se pasan el día corriendo"). La tranquilidad y la normalidad de un lugar asediado en el que se mantenía "la dignidad". Alfonso Armada estuvo allí en los peores años de la guerra de los Balcanes y ahora, veinte años después de que concluyera el asedio (aunque oficialmente no lo hiciera hasta febrero de 1996), acaba de publicar Sarajevo (Malpaso), un libro que recoge sus crónicas periodísticas y su diario personal sobre la guerra de Bosnia.

Ese año se encuentra una ciudad bosnia totalmente distinta pero con un país igual de roto, con heridas creadas al albor de la sangre étnica y con una juventud que ansía vivir todo muy rápido y en la calle. Veinte años antes, narra Alfonso Armada, no había bares nocturnos y los habitantes desafiaban a la vida yendo al Teatro de la Juventud donde en septiembre de 1992, cien personas asistieron al estreno de El refugio. Obra escrita por Dubravko Bibanovic y Safet Plakalo en la que, tal y como relataba en El país en su día Armada, se planteaba un dilema: "¿Desde dónde combatir, desde tu trabajo o desde la primera línea?". De la calle llegaba el sonido de la metralla y un centenar de personas, entre los que estaba el propio periodista español, desafiaban a la anormalidad impuesta ante la fría mirada de un Occidente que nunca se quiso involucrar demasiado en esa guerra que sucedía a apenas dos horas en avión de España.

Sarajevo incluye los ya comentados tres cuadernos de viaje de las estancias de Alfonso Armada en Bosnia, junto a dos epílogos del 2008 y 2013, además de un prólogo de Clara Usón (autora de La hija del este) y fotografías de Gervasio Sánchez.

VIOLACIONES Y VEJACIONES

El 16 de diciembre de 1992, El país publicaba un artículo sobre las violaciones y vejaciones sufridas por las mujeres. Al mismo tiempo, el corresponsal escribía en su diario: "¿Cómo se puede resistir aquí? Yo me salvo porque escribo, ¿pero puedo acaso decir que ésta no es mi guerra? Yo soy un cobarde, y además no sé llorar. Por eso escribo como un condenado a muerte y sólo quiero salir de aquí. Porque me cuesta digerir tanta tristeza. Y porque sé que, si fuera menos cobarde y supiera llorar, debería quedarme aquí".

En el 2013, Armada apunta las cosas que nunca había podido hacer en Sarajevo pero también recuerda el poema de Izet Sarajilic: "Ojalá fuera aquel terrible,/ aquel tantas veces terrible 1993./ Tendría todavía cinco años completos/ para poder mirarte/ y tenerte a mi lado". La dignidad de sobrevivir al asedio.