Muchos aprovecharán la próxima semana para escaparse por el mundo. Y, no les queda más remedio, tendrán que comer fuera de casa. Dejando a un lado a quienes se trasladan con su propia comida, que los hay, lo suyo es aprovechar el asueto para descubrir otras formas de comer. Por supuesto, los productos locales. Ya que, aunque se conozcan, no saben igual unos grelos o percebes en Galicia que aquí, ni el chorizo castellano sabe igual en Zamora, como les sucede a los pescaditos fritos del sur. De hecho, ni siquiera las chiretas son las mismas en Barbastro que en Graus, ni el ternasco se cocina de la misma forma en todo Aragón.

Déjese llevar y aconsejar. Descubra que la morcilla puede no llevar arroz; que las huevas de los choclos también se comen; que es posible disfrutar con tallos de alcaparras encurtidos; que los chorizos también se ahúman; y que el vino sabe mejor cerca de dónde se cría.

Pero, además, también cambian las costumbres. En Portugal no encontrará primero, segundo y postre, sino que le presentarán el producto principal rodeado de varias guarniciones, y casi siempre acompañado de sopa. Que en Italia la pasta nunca es el primer plato, pues antes siempre llegan algunas hortalizas y verduras; O que los quesos son imprescindibles en un buen menú francés.

Huya de las franquicias, siempre iguales a sí mismas, y trate de descubrir otras formas de comer, sabiendo que al final --o quizá no-- volverá a la suya, la que ha mamado y lleva en el ADN. tan cultura como visitar museos es adentrarse en casas de comidas. Y las vacaciones son un buen momento para descubrirlo.