NOVELA AUTOBIOGRÁFICA
La explosiva juventud de Santiago Roncagliolo
El autor evoca su pasado en la Lima de los años 90 con 'La noche de los alfileres'
ELENA HEVIA
La adolescencia concebida como un concentrado de testosterona a punto de estallar. Bombas de hormonas situadas, en este caso, en una realidad no menos explosiva, la Lima de los años 90, la de los apagones, el miedo a los atentados de Sendero Luminoso y los toques de queda. Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) acaba de publicar La noche de los alfileres (Alfaguara), una novela a cuatro voces, las de cuatro adolescentes, chicos bien de la burguesía peruana que, hartos de ser los raros de la clase, deciden, en un momento determinado, tomar el control y dar un golpe de mano. "Pero el riesgo de tomar el control, naturalmente, es perderlo", confirma el autor. Y de eso va la novela.
"Ya había escrito sobre este contexto político en otras obras, pero no había contado cómo había vivido yo aquel tiempo. La forma en que recibíamos la violencia como algo cotidiano que estaba en el fondo de nuestras vidas. De esa manera soterrada y pugnando por salir aparece en el libro. Porque la violencia crea presión".
Asegura el autor que la recuperación filtrada por la ficción de aquellos años tiene que ver con su propia experiencia de haber rebasado la barrera de los 40. Sentir que quizá tenga más años a la espalda que por delante, pero también de haber visto crecer a sus hijos felices y sin conflictos. "Esta es una manera de legarles mi historia, de decirles que en otros lugares del mundo hay gente que crece con miedo". Y a modo de advertencia, de establecer paralelismos no tan evidentes con una Europa cada vez menos a salvo. "Ahora los que ponen bombas son los que han nacido en Europa, así que nuestros chicos también están creciendo fortificados, en una especie de castillito".
Entre los cuatro chicos protagonistas, cada uno con su propia voz y su propia versión de cómo ocurrieron las cosas, sería fácil identificar a Roncagliolo con Carlos, el más inteligente del cuarteto, pero él no se muestra del todo de acuerdo. "Pues, para empezar, yo vendía porno entre mis compañeros como hace Moco. Y también me siento muy cercano a Beto, el homosexual, porque, por no jugar al fútbol, leer continuamente y vivir siempre rodeado de mujeres en mi familia, me gané fama de gay. Todos nos refugiábamos allí porque era el último lugar que visitaría un matón. Lo del porno lo hice para compensar mi fama y ganarme un aura".
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