A LA SOMBRA DE UN DICTADOR
La princesa del Kremlin
Monika Zgustova recrea en una novela la vida rebelde y contradictoria de la hija de Stalin

La princesa del Kremlin
ELENA HEVIA
Ser la única hija de Iósif Stalin y tener como libro de cabecera los escritos de Gandhi no fue la menor de las disyuntivas de Svetlana Alilúyeva (Moscú, 1926-Wisconsin, 2011), protagonista de la última novela de Monika Zgustova, Las rosas de Stalin (Galaxia Gutenberg). En un listado que resumiría su vida se encuentran la huida desde la India hasta el mundo capitalista en los años 60 después de haber ejercido su rebeldía con maridos y novios inconvenientes para el poder de los soviets (dos judíos y un hindú), haber dejado atrás en su país natal a dos hijos ya mayores y, ya en Estados Unidos, donde murió, pasar a ser el objetivo principal de la CIA sin dejar de ser siempre sospechosa.
La escritora y traductora checa Zgustova se ha dedicado a desmenuzar esa vida ya novelesca con una gran carga de empatía. En su novela sigue muy de cerca los movimientos de Svetlana. "Siempre hay en ella un patrón que se repite. Se adapta a la represión, huye y cuando logra la libertad siente que esta le queda demasiado grande y se deja atrapar de nuevo. Lo que me gusta es que tiene mucho valor y una gran voluntad".
Zgustova sabe de lo que habla: ella misma emigró con su familia en los años 70, tras la Primavera de Praga, y el tema de exilio es capital en la mayoría de sus obras. "Encontré los libros que Alilúyeva (adoptó el apellido de su madre) escribió en Estados Unidos, y con los que llegó a hacerse millonaria, en una librería de viejo en Nueva York. Y me sorprendió que en cierta forma hubiéramos recorrido caminos paralelos". Así es. La familia Zgustova pasó al otro lado del telón de acero en 1974 en Nueva Deli tras un viaje organizado a la India. Siete años antes, la hija de Stalin, que había pedido viajar al subcontinente para llevar las cenizas de su amante, un intelectual hindú, hizo lo propio en la misma embajada.
Tampoco ha sido difícil para la escritora trasladar el deslumbramiento que le produjo Nueva York: "Aquellos rascacielos, la gente tan bien vestida, las mujeres que se paseaban solas por la calle sin pedir permiso a nadie, las tiendas a rebosar...".
A la escritora le tienta psiconalizar a su personaje: "Quizá le hubiera ido mejor si se hubiera exiliado en Europa, pero fue a EEUU por venganza". Comprender todo eso no evitó a Alilúyeva repetir los mismos errores. También ella abandonó a sus hijos. "Y en cierto modo no se perdonó a sí misma".
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