OBJETOS BANALES ELEVADOS A ARTE
El Mucem de Marsella rastrea en 'los juguetes' de Pablo Picasso
La exposición 'Un genio sin pedestal' aborda el peso de lo cotidiano en la obra del genio

El Mucem de Marsella rastrea en 'los juguetes' de Pablo Picasso
NATÀLIA FARRÉ
A Pablo Picasso le gustaba jugar, le encantaba pasearse en calzoncillos y no olvidaba sus raíces. Tres afirmaciones que hace Josefina Matamoros y que vienen a cuento de la exposición que comisaría en el museo Mucem de Marsella (Francia): Un genio sin pedestal. Así, con los juguetes de sus hijos, creó obras icónicas: con dos coches del pequeño Claude improvisó la cabeza de Mona y su cría; y jugando, que es lo mismo que decir experimentando, revolucionó el arte y de paso la artesanía, a la que el genio malagueño se entregó con la misma pasión que a la pintura.
Lo de los calzoncillos tiene hilo directo con el título: "Picasso era un icono en sí mismo, pero nunca se subió al pedestal, le gustaban las artes populares", apunta Matamoros. De ahí el contacto directo con todo tipo de artesanos de los que aprendió y a los que rápidamente superó. "Bebía de la tradición y no olvidaba sus raíces", sigue la comisaria. Puntualización que introduce el porqué de los argumentos fetiche de su producción, temas de origen popular que absorbió en Málaga y Cataluña: mantillas, barretinas, guitarras, saltimbanquis, toros y palomas.

El Mucem de Marsella rastrea en 'los juguetes' de Pablo Picasso
De todo ello, del uso de los objetos cotidianos, de la raigambre en la tradición autóctona y de su vocación artesanal hablan las 270 obras que reúne la muestra. Algunas casi inéditas, como Cuatro naturalezas muertas, pintura sobre cerámica realizada a cuatro manos con André Derain y que desde los años 20 no pisaba Europa. Aunque más desconocida es su producción de bandejas de plata, en manos privadas y caras de ver. "Son una interpretación de la orfebrería hispano-morisca, tradición pasada por el filtro picassiano", apunta la comisaria. Alimentarse del pasado para regurgitarlo a su manera era el proceder del genio, lo hizo con la orfebrería y también con la cerámica, el linograbado, los tapices y la madera. Técnicas, todas, presentes en la exposición.
El gusto por lo cotidiano alcanza su momento álgido con los juguetes realizados para sus hijos: cajetillas de tabaco mutadas en muñecos que preceden a las piezas icónicas ejecutadas a partir de objetos banales, como la famosa cabra cuyo origen es una cesta de mimbre y la aún más conocida Cabeza de toro, un manillar y un sillín de bici antes de ser arte. Y es que, parafraseando a Dalí, Picasso era un genio capaz de transformar lo cotidiano en una expresión artística de primer orden.
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