En los años 80, Javier Barreiro (al que siempre le ha gustado «la marginalidad»), pronunció una serie de conferencias sobre la literatura y los márgenes en las que abordaba el alcohol, las drogas y el suicidio. «Los artistas -señala Barreiro- son más proclives que el resto de los humanos a estas tres cuestiones y dentro de ellos los bebedores máximos son los escritores. Me interesó tanto el tema, y como tenía muchos datos, me dije ‘¿por qué no hago un libro?’». Ese es el germen de Alcohol y literatura (Ediciones menoscuarto), el último libro del aragonés Javier Barreiro que ayer presentó en la librería Cálamo de Zaragoza acompañado de Luis Alegre.

Un libro en el que Barreiro recorre, de manera amena «y siempre dándole importancia a lo más importante, el estilo», la conflictiva relación que los escritores han mantenido con la bebida a lo largo de la historia. Por sus páginas se puede encontrar a Herodoto, Bukowski, Onetti, Juan Benet, entre otros muchos. ¿Alguna sorpresa? «De muchos sabía ya su condición pero me he dado cuenta que mucha gente no sabe lo borracho que era, por ejemplo Marcelino Menéndez y Pelayo, de otros como Rubén Darío y Cavia se sabía... A medida que iba conociendo otras cosas iban apareciendo escritores borrachos pero no me ha sorprendido especialmente ninguno. Otro que la gente no sabe es Rulfo que era un gran borracho aunque luego pudo dejarlo...», suelta con naturalidad Barreiro que tiene muy claro que «la literatura no hubiera sido lo mismo sin alcohol. Claro que no sería lo mismo pero tampoco la sociedad ni las religiones», dice.

RELIGIONES Y DROGAS

«Todas las religiones tienen alguna droga en su origen, la ayahuasca en los pueblos amazónicos, el soma en los griegos... y en un montón de pueblos occidentales es el alcohol. La primera obra de la humanidad, la Epopeya de Gilgamesh ya cuenta que cuando el protagonista llega a la tierra prometida se emborracha. Las experiencias extáticas son algo que el hombre ha conocido y le han atraído profundamente porque entras en otra dimensión». Y es ahí donde hace su trabajo el alcohol, dice Barreiro: «A muchos escritores les ha destruido el alcohol pero es una relación que tampoco hay que ponerla en conexión con cosas raras sino simplemente para ponerse a escribir a lo mejor una o dos copitas te dan un poco de intensidad y entusiasmo pero, claro, si te tomas seis, lo fastidias. Para bien y para mal, el alcohol ha cambiado muchas vidas. Mira el caso de Raymond Carver que es todo lo contrario, fue un alcohólico, deja de beber y es cuando empieza a escribir aunque igual no hubiera escrito porque todo lo que escribe es sobre su pasado que fue horroroso».

De todas formas, la relación entre el acohol y la literatura ha estado bastante silenciada a lo largo de la historia. «Sabemos que Edipo bebía o el arciprestre o Góngora, pero hasta el siglo XIX, el romanticismo, la relación personal del escritor con la bebida es muy difícil de saber porque no tenemos datos más allá de lo que dijo tal persona u otra o de ver la cara de borracho de Góngora. La realidad es que no hay datos hasta que se empiezan a escribir biografías sobre Baudelaire, Poe… Entonces en cualquier sociedad occidental existían las buenas formas, aunque se dijeran las cosas en privado no se comentaban. Evidentemente, no salen al exterior de una manera franca pero siempre están ahí».

Alcohol y literatura ha llevado un ingente trabajo de investigación detrás que no es fruto de poco tiempo: «Siempre he tenido una obsesión investigadora, de hacer fichas de los libros y guardar datos. Y eso me ha permitido tener unos archivos impresionantes. Los 23.000 libros que tengo en casa (junto a tres trasteros también llenos) los tengo vaciados, todo lo que tienen dentro lo tengo anotado y también he hecho lo mismo con todos los periódicos y revistas. Eso me ha servido para tener actualmente un fondo documental que nunca podré aprovechar del todo pero facilita trabajos como este», concluye Javier Barreiro, que proximamente irá a presentar este libro por Andalucía.