Hace un par de años, Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) salió de una «situación depresiva» y empezó a descubrir la luz del día. Cogió unas libretas, unos lápices, su móvil con grabadora y se lanzó a las calles de Madrid, ciudad en la que vive. Observó, escuchó, fisgó, tocó, sintió. También recorrió París y Nueva York. El resultado de tanta caminata es Un andar solitario entre la gente (Seix Barral), un libro artesanal, diferente, libre y singular. Se le puede llamar novela, pero no es una novela. Es un monólogo interior que bebe de la realidad e intenta reflejar el mundo en el que vivimos.

No es la primera vez que Muñoz Molina hace experimentos con la literatura. «Ardor guerrero, en el que hablaba de mi experiencia militar, y Sefarad, que estaba hecho con fragmentos, ya provocaron desconcierto. Este nuevo libro es, si cabe, más radical», explica el autor, cada vez más convencido de que los escritores deben ser libres y aprender a dejarse llevar. Eso es lo que él hizo una noche saliendo de su casa con una libreta y un lápiz en la mano. Grabó conversaciones, cogió hojas de publicidad, recortó noticias de prensa, paseó, recordó su infancia y los primeros regalos que le hizo su padre: un reloj, un curso de inglés y un diccionario. Con todo este colaje, llegó a escribir a mano unas 15 libretas.

«No sabía que estaba haciendo un libro. Simplemente estaba registrando lo que veía y escuchaba sin inventar argumentos de ficción. No era un proyecto, no sabía hacia dónde iba», destaca el miembro de la RAE, que fue galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras en el 2013 y que -de momento- no dedica un segundo a pensar en la posibilidad de recibir el Premio Cervantes.

Con el paso del tiempo, y la complicidad de sus editores, se dio cuenta de que esas libretas tenían una historia y podían ser el fruto de un nuevo libro. Un libro para denunciar la selva en la que se han convertido las ciudades (contaminadas por el tráfico y la especulación) y para celebrar el silencio y el placer de la lectura. Aunque lo pueda parecer por algunas de sus páginas -inundadas de frases publicitarias-, Un andar solitario entre la gente no nace del hastío y el hartazgo, sino de la toma de conciencia del lugar donde uno vive.

Además de Madrid (con hincapié en el casi mítico café Comercial), París -donde viajó por trabajo en 2016- y también Nueva York -donde vivió durante años como máximo responsable del Instituto Cervantes- también aparecen en libro. De Nueva York se despide Muñoz Molina con una caminata desde el South Ferry que lleva a la Estatua de la Libertad hasta el Bronx, donde vivió sus últimos años Edgar Allan Poe. El escritor y poeta estadounidense no es la única figura literaria a la que Muñoz Molina homenajea. También otros «hombres de vida errante que produjeron obras literarias de un poder único e inclasificable» (Lorca, Benjamin y Baudelaire) aparecen por las páginas de Un andar solitario entre la gente.

HACIA DÓNDE VA EL MUNDO

Es inevitable leer el libro y reflexionar hacia dónde va un mundo «dominado por empresas que solo piensan en el beneficio económico, que mandan más que los gobiernos y que son herramientas perfectas para manipular, como Facebook y Google». A juicio del autor de Todo lo que era sólido, las redes sociales «se vendieron como la máxima expresión de la libertad y nos hemos dado cuenta de que sirven para que Rusia intervenga en las elecciones de otros países y para que todos vendamos nuestra información más íntima».