En 2008 Vicky Méndiz (Zaragoza, 1978) viajó a Japón. Una experiencia que fue determinante en su vida y en su modo de entender la fotografía. Sus imágenes, desde entonces, son interrogantes que perseveran en el concepto de identidad asentado en la memoria y en el fluir de un tiempo lento que Méndiz consigue detener en el espacio de representación de sus fotografías, al plantearlo como el resultado de un proceso ajeno a instantes decisivos, pues lo que realmente le interesa es captar la suma de tiempos en un «instante condensado»; como hace Jitka Hanzlová, cuya obra bien puede ser uno de sus referentes.

De aquel primer viaje son las imágenes fotográficas del proyecto Kokoro, un diario visual de sus vivencias en un país donde todo participa de un alto grado de estetización que deviene en una extraña armonía. Vicky Méndiz recurrió al término Mono-no-aware para explicar la profunda emoción de sus observaciones que expresó en imágenes sencillas e intensas. Mono-no-aware, uno de los valores estéticos fundamentales de la cultura japonesa desde la época Heian, admite muchas definiciones aunque literalmente significa: sentimiento profundo de las cosas, como analiza Federico Lanzaco Salafranca en su ensayo Los valores estéticos en la cultura clásica japonesa, que lo interpreta como el profundo sentimiento de empatía con la belleza perecedera de las cosas. Lo que indica, señala, un deleite estético junto a la tristeza de la belleza perecedera aceptada; se trata, por tanto, de un refinado sentimiento complejo de elegancia, melancolía y resignación.

Periodo de tránsito

A Kokoro siguió el proyecto Memento mori. La experiencia temprana de la muerte motivó la reflexión de Vicky Méndiz sobre el tiempo, la fragilidad, el dolor y el duelo. Un periodo de tránsito que determinó el tratamiento de las imágenes, acorde, en cierta medida, con el cambio de valores estéticos que tuvieron lugar en Japón durante los siglos XII al XVII, debido a las guerras y a la profunda influencia del budismo zen, según escribe Lanzaco: la ausencia de belleza aparente exterior permitió descubrir otra nueva belleza, más sobria, presente en la simplicidad, la caducidad, la imperfección o la pobreza; una visión profunda que ayuda a abrir los ojos a nueva sensibilidad que permita encontrar la serenidad de espíritu. El calor, la primavera, la luminosidad, el colorido, la perfección externa... del periodo Heian, cedió ante la frialdad, el invierno, la nebulosidad, la aridez, el deterioro... que inspiraron una belleza estética superior al expresar el vacío-imperfección capaz de descubrir una nueva dimensión de riqueza y plenitud superior.

Recuperar la memoria fue el propósito del proyecto Silencio enterrado editado por el programa Amarga Memoria en 2010, bajo la coordinación de Vicky Méndiz, que realizó la secuencia fotográfica Cosas que perduran: imágenes de restos oxidados y rotos, apenas ya identificables, de algunos objetos y prendas que estuvieron en contacto directo con las personas fusiladas y enterradas en la fosa común de Magallón, en 1936; y retratos de los familiares, testigos del terror cuyo testimonio preserva la memoria y activa el recuerdo de sus muertos. «Desde el primer minuto del golpe militar, la destrucción del adversario pasó a ser la prioridad absoluta», han escrito Julián Casanova y Carlos Gil Andrés. Vicky Méndiz puso rostro a la tragedia.

Siguieron los proyectos Utsuroi, término japonés que expresa el cambio y el movimiento lento cuando se ocupa un espacio vacío o se pasa de un estado a otro; y Honne/Tanne, palabras japonesas que permitieron a Vicky Méndiz explorar visualmente en la ambigüedad provocada por la tensión entre lo que uno cree verdaderamente (honne) y la apariencia externa que las normas establecen (tanne), con el objetivo de seguir indagando en la identidad, concepto que fundamenta su proyecto visual. Casi podría decirse que, al igual que sucede en la obra de Hanzlová, todas sus series son retratos; en su caso, quizás, motivada la emergencia de reconocerse, de autorretratarse. «Los recuerdos sobre uno mismo son recuerdos de lugares y, por tanto, sobre cómo se mueve uno en ellos», escribió Susan Sontag del libro Calle de dirección única de Walter Benjamin.

‘Extraños en el paraíso’

«Cuando quitas tus raíces de la tierra tienes el riesgo de morir de frío... Sabías que estaban allí pero no te las habías mirado nunca». Son palabras de Mario Ciusa que Vicky Méndiz copió en una nota para su proyecto Extraños en el paraíso. La dificultad de regresar a tu país, la incertidumbre de estar sola en un lugar que no es el tuyo, la necesidad urgente de explorar cartografías físicas y emocionales... son algunos de los temas que abordó en este proyecto que incluye un vídeo y la secuencia fotográfica de retratos de las personas con las que contactó mediante anuncios que dejaba caer cerca de su lugar de trabajo. Tras presentarse como artista residente en la Casa de Velázquez en Madrid, invitaba a personas de otros países recién llegadas a participar en su proyecto sobre la experiencia de viajar y vivir en España. A cambio, recibirían una selección de las fotografías realizadas durante la sesión. El tiempo transcurre lento en su estudio, entre una y tres horas, durante el cual entrevista en audio a las personas que han aceptado la invitación a ser partícipes de su proyecto; luego las graba en vídeo en torno a cuatro minutos, durante los cuales sale de la habitación. Y, a continuación, empieza la sesión de fotografías. De repente, recuerda, una chica se arrancó un pelo y surgió un nuevo matiz en la fotografía, un verdadero encuentro con la intimidad. Para Barthes la pose es una transformación activa del sujeto. Craig Owens, sin embargo, considera que «posar» no es ni totalmente activo ni pasivo; en su opinión, se correspondería con una voz media: la voz que expresa la actitud/posición del sujeto con respecto a la acción de la que también es agente.

Consciente de la importancia del posado, Vicky Méndiz se toma tiempo para convivir con las personas que va a retratar. Un tiempo suspendido que incorpora la acción del disparador en un instante condensado, nada que ver con el instante decisivo. Ante las imágenes de las personas retratadas sólo sabemos de ellas su condición de extranjeras; y la posibilidad cierta de que con un solo pelo es posible medir el mundo. El enigma cotidiano de la vida; como siempre ha sido en las fotografías de Vicky Méndiz.