David Jiménez ha sacudido el mundo del periodismo español con la publicación de El director (Libros del K.O.), un texto en el que repasa el año que pasó al frente del diario El Mundo, entre el 2015 y el 2016. Jiménez, que entró como becario y fue corresponsal en Asia desde 1998 hasta el 2014, dibuja un panorama desalentador en el que la prensa vive en estado de permanente soborno por parte de los poderes político y empresarial, a los que paga sus favores con tratos informativos de favor.

-Su libro pone en cuestión la libertad de prensa. ¿Cuál es su diagnóstico?

-El nivel y la calidad de la libertad de expresión en España no se corresponden con un país moderno, europeo y occidental. Estamos por detrás. Algo arrastramos del hecho de ser una democracia todavía joven.

-Si me pidieran a mí un diagnóstico a partir de su libro, haría uno peor.

-En los años que se relatan en el libro la situación era más grave. Fueron los años de Mariano Rajoy, en los que se ejerció una presión brutal sobre los medios porque aquel Gobierno tenía un poder abrumador. En un momento en que el Gobierno temía perder ese poder, se organizó una campaña brutal sobre los medios, castigando a los críticos y premiando a los que seguían la línea.

-¿Aprovechando la debilidad causada por la crisis?

-Sin duda el poder olió la crisis, olió la debilidad y llegó a la conclusión de que tenía una grandísima oportunidad de apretarnos las tuercas.

-¿De qué poder habla?

-Del económico, el político y el mediático. Los periódicos estaban despidiendo gente, había dificultades para pagar las nóminas, y la dependencia de los favores, tanto de empresas del Ibex como del Gobierno era mucho mayor. Y lo utilizaron todo.

-¿Qué es todo?

-Desde la publicidad institucional hasta la presión sobre los medios públicos, que fueron tomados por asalto. Pero también los privados. En ese ambiente llego al puesto de director, y me encuentro en mitad de esa batalla por el control de la prensa.

-Todo esto que denuncia, ¿cree que ocurre solo en España?

-Si queremos compararnos con países con una tradición de prensa como la del Reino Unido, Alemania o Francia, estamos claramente muy atrás. Los políticos y los grandes empresarios de este país no entienden el papel de una prensa libre en democracia, tratan de condicionarla de diferentes formas, y después de la crisis la han condicionado todavía más.

-En el libro tampoco salen bien parados los empresarios de los medios.

-Es que no podemos olvidar que cuando hablamos de los poderes que han dañado la libertad de prensa en este país, hablamos de los políticos, de los empresarios y también de los grandes capos de los medios. Hemos tenido al enemigo en casa. Desde dentro ha habido empresarios y directivos que en lugar de hacer una defensa de la independencia de sus medios la han comprometido.

-Hablando de empresarios, cito a su Cardenal: «Tu periódico solo puede contar la verdad si sobrevive». ¿La supervivencia depende de los acuerdos con el poder?

-La mayoría de los medios tradicionales no habrían sobrevivido a la crisis sin los favores del Ibex y los gobiernos. Todavía hoy son dependientes de esos acuerdos. Aunque hemos ganado audiencia en los soportes digitales, no compensa la caída del impreso. En ese desequilibrio hemos tenido que buscar el favor de gobiernos y empresas. Ahí es donde nos vimos atrapados, y seguimos atrapados.

-Esta no deja de ser una entrevista con un periodista que forma parte del sistema que denuncia. ¿Síntoma de asimilación o de libertad de prensa?

-Bueno, que EL PERIÓDICO me entreviste es excepcional. No todos los medios tradicionales me están entrevistando. Algunos han ignorado completamente el libro. Pero, efectivamente, si le dieran publicidad tampoco les afectaría. Los acuerdos son tan parte del sistema que difícilmente pueden ser alterados por un libro.

-Hay nombres propios en el libro, y denuncias graves. ¿Está blindado contra posibles demandas?

-Nunca estás blindado contra las consecuencias de escribir un libro así. Yo sabía que podría tener problemas, que me iba a crear enemigos. Y sin embargo, habiendo conocido desde dentro ese lado oscuro del periodismo, habría sido un acto de cobardía no haberlo contado. Mi deber como periodista es: si tengo una buena historia, contarla. Y si afecta a mi propio oficio, no puedo decir: es que son de los míos, vamos a guardar esto en el cajón para que nadie se entere.

-En otras entrevistas ha hablado de una ley del silencio en el periodismo.

-Sí. Yo quería romper la ley del silencio que ha existido en torno a la prensa durante décadas. Una ley por la cual los periodistas se atribuían legítimamente el derecho de criticar, desvelar e informar sobre todo el mundo, menos sobre sí mismos. De ahí la reacción de una parte de la prensa tan negativa hacia el libro.

-De la prensa, de sus antiguos compañeros… Hay molestia entre otras cosas porque ha aireado las intimidades de la redacción.

-Claro, porque en las redacciones tenemos una responsabilidad sobre muchas de las cosas que han ido mal. ¿Qué ley, qué reglamento o normativa existe que impide que se pueda criticar a los periodistas?

-Hay gente del oficio que dice que esas partes aportan poco al contenido principal del libro.

-Los periodistas lo leen de forma personal y emocional. Es solo un libro. Es simplemente mi verdad. Dentro de esa verdad, de lo que yo viví, una parte importante fueron mis relaciones con la redacción, las lealtades y deslealtades, la manera en que castas privilegiadas tratan de proteger sus puestos y sus salarios.

-Y también, que falta autocrítica.

-Creo que hay autocrítica. Se puede decir: tenía que haber habido más, tenía que haber habido menos, pero hay autocrítica hacia decisiones que uno toma en esa posición de director que no eran las adecuadas.

-Es un libro de denuncia. ¿Qué le gustaría que pasara?

-Lo importante es que el libro ya ha abierto un debate sobre el estado del periodismo en España. Me encantaría que llevara a la autocrítica y a la conclusión de que también necesitamos esa regeneración que le hemos exigido a la empresa y a la política.

-Aún no tiene que llevar guardaespaldas, ¿no?

-Je, je. No, todavía no. Aunque hay amigos que me dicen que mire en los bajos del coche antes de cogerlo. En broma.