Hay que tener una confianza de hierro en la literatura para que un editor ante el proyecto de una posible trilogía de 2.000 páginas sobre los enrevesados mecanismos mentales de un escritor apoye este sin pestañear. Y ahí están ‘La parte inventada’, ‘La parte soñada’ y ahora ‘La parte recordada’ (Literatura Random House), tres porciones en progresión creciente en cuanto a tamaño de lo que puede leerse como una única novela excitante y compleja en la que el argentino radicado en Barcelona Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) ha empleado 10 años de su vida. Un proyecto con el que ha dinamitado la literatura tradicional, esa que se limita a narrar con más o menos gracia un hecho tras otro. El editor fue, claro está, Claudio López Lamadrid. “Memorable” en la dedicatoria de Fresán, colocada ahí, de ley, antes de que este muriera.

Para Fresán ha sido toda una década inmerso en un esfuerzo obsesivo: “El otro día , mirando una serie de Netflix, me pregunté qué estaba haciendo ahí cuando tendría que estar acabando el libro y me acordé de repente que ya estaba terminado”. Una década en la que el autor temió morirse antes de acabar : “A principios de enero tuve muchos viajes y me acompañó el temor supersticioso de que el libro quedara inconcluso y me preocupé por terminar el final del libro, dejando partes en medio, como hacen en el montaje de las películas, con una nota que avisaba que ahí faltaba un fragmento”.

Reírse de sí mismo

Su amigo el también escritor Alan Pauls definió la trilogía como un ‘gesto’. Y así empezó. Luego el gesto fue creciendo “hasta convertirse en una especie de monolito a lo 2001”, comparable en intención e intensidad a las lecturas que formaron a Fresán, de Nabokov y Proust, pasando por Montaigne, autores mayores que puede alternar sin problemas con la lectura de Stephen King. ¿Y el resultado? Es difícil resumirlo en apenas una frase: “La novela va de leer y de escribir, algo que en estos días me parece de lo más transgresor”. Y es que el autor inmbuido de cierta sospecha conspiranoide-tecnológica confiesa que algo raro debe estar ocurriendo aquí y ahora en un momento en que “los aviones van a la misma velocidad que hace una década, la medicina no ha conseguido erradicar las grandes enfermedades y los teléfonos móviles han alcanzado un grado de sofisticación imposible”.

La trilogía está protagonizada por el Escritor, un tipo en crisis que cualquiera podría confundir con el autor, aunque en realidad sea más bien una versión alternativa de él mismo. “Mi protagonista detesta cosas que alguna gente detesta en mí, como a esos autores tipo chaman evangélico que predican la figura del escritor. Me gusta hacer eso porque es como reírme de mí mismo”.

Premios caídos del cielo

Si en los volúmenes anteriores mandaban la invención y el sueño, como combustible de la narración, aquí es el recuerdo el que cumple la función. “La escritura ya es puro pasado constante. En el grado cero de la escritura el recuerdo ya está ahí porque estás poniendo por escritor lo que se te ocurrió como mínimo hace un segundo”. Y ahí entra a recordar otra pieza de este rompecabezas, los replicantes de 'Blade Runner' que atesoran sus recuerdos aunque sea implantados "porque es la idea de recordar mal lo que los humaniza". Y es que las únicas capaces de ser absolutas y precisas son las máquinas.

Ha hecho Fresán bastante ruido en Estados Unidos este año por el reciente Best Translated Book Award, a su novela 'La parte inventada', lo que no deja de ser un importante logro en un país en el que las traducciones ocupan un espacio ínfimo en las librerías, mientras que Francia el pasado año le distinguió con un Roger Caillois a la totalidad de su obra, destacando su espíritu transgresor. ¿No es extraño que aquí en España no tenga la misma repercusión? “Jamás me he presentado a ningún premio y en la mayoría de los que se conceden aquí debes hacerlo. A mí me gustan más los que caen del cielo".