Mario Vargas Llosa no rehúye las preguntas ni aunque le puedan poner en un aprieto. Como prueba, el inicio de su intervención ante los medios ayer: «Aunque en la actualidad la cultura se haya extendido mucho más y haya más lectores de libros que en el pasado su trascendencia es mucho menor porque nos encontramos ante una cultura audiovisual que cada vez se impone más a la cultura del pensamiento que se expande a través de los libros». ¿Y cuál es la consecuencia directa de todo esto? «Que no forma ciudadanos críticos sino pasivos y resignados con la sociedad lo que es un problema serio para el futuro de la democracia», señala con contundencia Vargas Llosa, que va más allá: «Cuando hay crisis y problemas serios es cuando la necesidad de cultura es evidente. Si tenemos una cultura que forma una ciudadanía viva y crítica a los problemas, por graves que sean, se les puede encontrar fácil solución».

Mario Vargas Llosa ha participado hoy en la última sesión del ciclo Trayectorias de la Universidad de Zaragoza en el Paraninfo en un acto en el que ha estado acompañado por el escritor y periodista Juan Cruz. Las invitaciones para el acto llevaban días agotadas y desde media hora antes de que comenzara se formaron largas filas que llegaron hasta la calle Doctor Cerrada.

«La democracia necesita ciudadanos activos, no pasivos que asuman las cosas que ocurren sin participar y si esos ciudadanos activos manejan idea la sociedad está mejor preparada para los problemas inevitables en cualquier sociedad. Las ideas son siempre creativas, el problema es que las de la pantalla no, son adocenadas, lo que, por otra parte, no le quita interés ni atracción. Las series, por ejemplo, son un gran hallazgo pero no son transmisoras de ideas, son estereotipadas, repiten formulas manidas en la creación de personajes y no forma ciudadanos activos y críticos. Y los pasivos creen que la realidad que viven es inevitable y no saben que se pueden cambiar las cosas de una manera positiva». Y es que para el escritor, «la cultura de las ideas es la cultura del libro, no de todos, y, desgraciadamente, lo que representan ahora los libros, aunque cada vez hay más acceso a ellos y se lee más, es menos importante ahora que en el pasado porque hay una competencia muy grande y no todos los libros ayudan a esta cultura de las ideas, claro».

Sin embargo, Mario Vargas Llosa también deja claro que no tiene, aunque lo parezca, nada contra la industria audiovisual: «No creo que haya sido algo planeado por nadie el extraordinario desarrollo de la industria audiovisual, es un fenómeno universal, en el primer mundo y en el tercero. Yo no quiero que se limite la cultura audiovisual pero sí me gustaría que coexistirían todas las expresiones culturales pero lo que está ocurriendo no me permite ser optimista».

¿Está en peligro entonces la democracia en un lugar como España? Vargas Llosa se ríe antes de contestar: «España no es diferente, es un caso típico de Europa y del mundo subdesarrollado. Muchos españoles dedican su tiempo a ver televisión, a jugar con los móviles, a las redes sociales y hasta lo que yo sé estas son un entretenimiento muy poco intelectual. Las cosas siempre pueden ser distintas si la gente es crítica y sabe que tiene cauces de movilización dentro de lo establecido por las instituciones democráticas».

También tiene tiempo Vargas Llosa, cómo no, para hablar de América Latina (él nació en Perú) y la situación convulsa que está atravesando en la actualidad: «Soy optimista sobre su futuro inmediato porque comparo la situación con la de mi juventud. Hoy no hay dictaduras militares sino ideológicas junto a democracias muy imperfectas y algunas corroídas por la corrupción y eso, aunque parezca mentira, es un progreso. Sobre todo después de los 50 años tan terribles que hemos pasado en los que la juventud creía que la democracia no nos liberaría de la explotación y soñaba con un paraíso comunista. Eso ha cambiado por su fracaso evidente y es la democracia la que le da un nuevo ímpetu a América Latina y eso está claro para los sensatos. Si se quiere combatir el subdesarrollo, hay que elegir la democracia, creo que no hay discusión sobre esto».

Preguntado el literato por su capacidad inagotable para escribir a pesar de que ha recibido casi todos los reconocimientos que puede tener, el Nobel se sonríe: «La vocación no se agota, son muy raros los casos de escritores que dejan de escribir y ese no va a ser mi caso. Los premios estimulan una vocación pero no agotan. Escribir es más que una profesión, es una vocación que embarca al creador las 24 horas al día y uno organiza su vida en función de ello. La vocación no desaparecería sin premios tampoco y casos no voy a decir pero hay muchos a lo largo de la historia de la literatura».