No hay mejor manera de celebrar una larga trayectoria en cualquier profesión que se le pase por la cabeza ahora mismo que demostrando los motivos que te han permitido hacerla tan duradera. Lo que parece una obviedad no lo es tanto en los tiempos que corren de falsas prisas y de productos de consumo rápido que tanto daño están haciendo al panorama cultural. Por eso, en esa poscontemporaneidad en la que tratamos de instalarnos casi es un lujo encontrarse en un auditorio (en este caso, un teatro) con un concierto (sin ningún tipo de aditivo, ya sabrán a lo que me refiero) en el que lo que prima es el amor y el respeto por la música. Es ahí, exactamente en ese campo, donde Joaquín Carbonell ha jugado esta noche su concierto en el Principal en el que celebraba, se dice pronto, medio siglo encima de los escenarios. Y lo ha hecho, como decíamos, de la mejor manera para reivindicarse, tocando, en una noche en la que, en un Teatro Principal lleno, se ha podido ver entre el público, entre otras muchas personalidades, al presidente de Aragón, Javier Lambán, y al alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón.

Arropado por una gran banda (Kalina Fernández al violín, Richi Martínez en el teclado y dirección musical, José Luis Arrazola en la guitarra, Quique Casanova en la batería, Coco Balasch en el bajo y Gran Bob en voces e instrumentos varios), Carbonell ha hecho un largo repaso por toda su trayectoria con canciones como Canción del olivo, Con las luces encendidas, Mi patria, Los versos de Pablo Neruda, Canción para Dimitris, 30 de febrero, Género chico, A tu madre no le gusta que toque la guitarra (un blues con el que la banda se lució en todo su esplendor) o las muy celebradas Doña peseta (que ha sido el cuarto tema de la noche y la canción con la que acabó de romper el público al que ha pedido encarecidamente su colaboración), El gorila, Suelta la pasta ya y Me gustaría darte el mar antes de que una sensacional De Teruel no es cualquiera cerrara el concierto, antes de los preceptivos bises y no sin antes reivindicar el lugar que, según ha confesado él mismo, le ha dado «todo lo que es» recordando sus años en la ciudad y sin asegurar que «Teruel lo tiene todo pero hay que creérselo» lo que provocó una gran algarabía entre el público asistente.

Además, el de Alloza (que nada más entrar al escenario ha presentado sus respetos al público hincando la rodilla en el suelo al más puro estilo de los grandes cantautores de la canción) también ha querido estrenar dos temas nuevos, Ven a verme y Amor, ¿tú dónde estás?, que han sido muy bien recibido entre un público, mayoritariamente de mediana edad.

Pero lo de esta noche era en el fondo un gran celebración. Y como consecuencia de ello, Joaquín Carbonell se ha sentido muy cómodo sobre el escenario y no ha dudado en trufar sus canciones con historias de los propios temas que incluían sus encuentros y desencuentros con la censura («teníamos un pulso a ver quién era más inteligente entre los cantantes y los censores, era un reto para nosotros», ha dicho antes de recordar que una canción como Doña Peseta no pasó el filtro del gobernador civil de la época).

En total, el cantautor le ha regalado a sus seguidores un concierto de más de dos horas (que ha quedado, además, registrado para un futuro disco-libro en conmemoración de su larga trayectoria) en el que el músico ha demostrado que sigue muy en forma («para una vez que subo a este escenario no pienso bajarme así que que no les esperen para cenar») y en el que el sonido ha resultado impecable y muy compacto. Y el que se lo ha perdido, tendrá que comprarse el libro-disco.