En 2018, 'Permafrost' se convirtió en un 'must-read' gracias a una recepción entusiasta, aunque no dispusiera de una gran campaña publicitaria detrás. Escrito con una prosa funcional, el libro reunía en primera persona la experiencia lésbica y el deseo de muerte con una crudeza no exenta de ironía. Dos años después, Eva Baltasar (Barcelona, 1978) publica su segunda novela.

Construida con una estructura más unitaria, 'Boulder' mantiene una narradora ávida, sólo que ahora esta se encuentra en una relación estable y duradera. El tema que aborda, con el mismo lenguaje directo -ocasionalmente poético-, es la maternidad. El erotismo no es tan explícito como 'Permafrost' ya que ahora la transgresión es otra: la disgregación de la pareja vinculada al nacimiento de un hijo.

El tema, poco habitual en la literatura, es abordado sin rodeos. Cuando la mujer con la que vive la narradora quiere tener un hijo, ella se resiste, pero termina aceptándolo a regañadientes. Ya antes de nacer, sin embargo, siente ese hijo como una intromisión, como un recién llegado que adquiere un protagonismo intolerable y se sitúa entre ellas. Después del parto, la narradora se siente aún más excluida. No soporta el vínculo entre madre e hijo, que vive como excluyente, ni los cuidados que ella ha perdido y que ahora recibe el intruso. Vive la maternidad como una esclavitud y, aún peor, como la condena a un "futuro trillado".

Enemiga de los lazos familiares, celosa del hijo, la narradora no se resigna al papel de secundaria y reacciona con alcohol y sexo clandestino, como lo haría un personaje de Charles Bukowski (autor con quien comparte más de un rasgo de estilo). Con 'Boulder', Eva Baltasar va más allá de Permafrost, hasta el punto de que, como ocurre con las antiheroínas de Gillian Flynn, o la antisuperheroína Jessica Jones, en sus manos, la nueva feminidad evoca la vieja masculinidad.