Hace tiempo que al alcalde de Pastriz, José Miguel Ezquerra (PAR), le rondaba en la cabeza la idea de «alegrar» el pueblo con algún mural. La iniciativa del proyecto Asalto en Alfamén, que lo ha convertido en el municipio aragonés con más murales por habitante, le gustó y decidió replicarlo a menor escala. Pero la irrupción del coronavirus trastocó sus planes. «En un principio íbamos a pintar alguna pared de alguna casa vieja, pero decidimos darle un giro y hacer algo relacionado con la pandemia», explica Ezquerra. Fue así como decidieron matar dos pájaros de un tiro.

«La fachada del ambulatorio necesitaba una reforma y pensamos que sería buena idea decorarla con un mural que al mismo tiempo homenajeara a las víctimas del covid y a los sanitarios», añade Ezquerra, que pronto se puso en contacto con el artista urbano aragonés Pablo Zárate. «Nos gustaba cómo había intervenido en otros espacios y decidimos llamarle», apunta el alcalde. El resultado es una obra cargada de esperanza, con cigüeñas augurando la llegada de tiempos mejores. «Quería hacer algo que transmitiera optimismo y que al mismo tiempo estuviera vinculado con la naturaleza de la zona y el galacho de la Alfranca, utilizando además los colores del Salud. La figura de la enfermera quería hacerla poderosa», explica Zárate.

Según indica Ezquerra, la iniciativa fue bien recibida en el municipio y en el resto de grupos del ayuntamiento. «Además, hemos obtenido un ahorro importante. El año pasado pedimos presupuesto para arreglar la fachada del centro y el más barato era de 24.000 euros. Con el mural ha quedado más bonita y encima solo nos ha costado 3.600 euros», destaca el alcalde, que el pasado mes de abril colgó un vídeo en las redes sociales pidiendo a todos los políticos que donaran la mitad de su sueldo ante la grave crisis sanitaria. Así lo hizo él, que derivó a las arcas públicas del pueblo 800 de los 1.600 euros de su salario.

Cada vez más ayuntamientos recurren al arte urbano para cambiar la imagen y lavar la cara de muchos municipios, una tendencia que en opinión de Zárate irá a más. «Cada vez tiene más aceptación y la gente se da cuenta de que el espacio se transforma mucho creando entornos más alegres y vinculados al territorio», subraya. Pastriz también es un ejemplo de ello. El propio Zárate pintó hace un mes la fachada del ayuntamiento creando un mural de ladrillo caravista. «Cuando estaba en la oposición ya tenía la idea de hacerlo; el consistorio parecía un tanatorio porque era muy oscuro y encima no pegaba nada con el resto de edificios de la plaza, que es bien de interés cultural», explica Ezquerra.

El arte urbano, además, demuestra día tras día que sus aplicaciones son múltiples. Zaragoza lo volvió a comprobar el pasado febrero, cuando Zárate realizó un mural en el barrio Oliver en homenaje al karateka Babacar Seck. Tristemente, el mural se dio a conocer en distintos puntos del país hace unas semanas después de que aparecieran pintadas racistas. El artista lo arreglará mañana lunes para que el karateka siga siendo un ejemplo de superación y esfuerzo entre los vecinos de su barrio.