Esa máquina de ocurrencias que es la vicealcaldesa y concejala de Cultura Sara Fernández, defensora del belén como aglutinante de la vida social Zaragozana, no para de generar polémicas. Primero fue la solemne y tramposa declaración de que iba a invertirse un millón de euros en un programa cultural de otoño; después asoció los conciertos con el botellón, en una muestra de insensatez e ignorancia, y ahora quiere convertir la Lonja en un museo goyesco y la plaza del Pilar en el referente urbano de la ciudad. Bien, vayamos por partes, como dijo el descuartizador de Boston.

¿La Lonja como museo? Vale. ¿Con qué contenidos? Imaginemos que la señora Fernández ha tomado al pie de la letra a Umberto Eco cuando dijo el museo del futuro contendría una sola obra y toda la documentación complementaria y contextual que la explique. ¿Cuál sería esa obra? ¿Solicitaría un préstamo permanentemente al Prado? ¿La pediría al museo Goya-Ibercaja? ¿Haría lo propio con el Museo de Zaragoza? No creo que los deseos de la concejala vayan por ahí. Supongamos, entonces, que su intención es montar algo como el japonés Museum of Digital Art o Mori Building Digital Art Museum. Es decir: un espacio completamente digital que traiga lo inmersivo a entornos reales sin necesidad de usar gafas de realidad virtual o móviles para ver la realidad aumentada. Es una opción, sin duda, y un complemento de los museos zaragozanos citados que muestran obras de Goya. Pero no en la Lonja, claro.

Nuevas apuestas requieren espacios no convencionales. La Lonja está muy bien para exposiciones temporales, pero no puede pervertirse su estructura para un museo guiado por la tecnología. Además, su espacio útil es escaso si se quiere hacer algo más que una copia de un pabellón temporal en una Exposición Universal, Mundial o Local. Si realmente doña ocurrencias está pensando en un museo a la japonesa, tendrá que mirar hacia otro edificio. Ahí va una idea: las construcciones que albergaron la Expo Zaragoza 2008 tienen enormes posibilidades. Su destino para infraestructuras culturales, que algunos propusimos antes de que finalizase el evento, fue abortado por la crisis económica y la ceguera de nuestros gobernantes (los de aquí y los de allá). ¿Han oído hablar del Parque de la Villette, de París, que alberga la Ciudad de las Ciencias y de la Industria, la Ciudad de la Música, dos teatros, un conservatorio, el Cabaret Sauvage…? Sí, ya sé que Zaragoza no es París, pero ya que nos ponemos…

¿Teniendo entonces edificios a cascoporro en la zona Expo, por qué la concejala se empeña en jorobar la Lonja y en hacer de la plaza del Pilar el espacio Goya? Pues ni más ni menos porque el proyecto, sea cual sea, contribuirá a privatizar la llamada plaza de las catedrales. Y entiéndanme: no se trata de vender la plaza a una empresa o un particular, sino de una privatización ideológica con la basílica de fondo. Zaragoza no va a ser más goyista por acumular en su centro ofertas sobre la obra del pintor de Fuendetodos: una descentralización cultural es igual de útil y además revaloriza otros espacios urbanos. La ciudad del siglo XXI no debe tener como modelo Berlín y su Isla de los Museos, por ejemplo, resultado de un proceso histórico, sino que necesita buscar su propia identidad y mostrarse igualitaria y sostenible. ¿Quiere usted, señora Fernández montar un museo virtual e inmersivo en el que el espectador dialogue con Goya y sus personajes? Perfecto. Además, no tiene otras opciones. Pero deje quieta la Lonja.

En el guion de la película Frenesí (1971), de Alfred Hitchcock, había una escena que no se rodó. Este era el diálogo: Él: "¡Vamos a la cama!". Ella: "¿Le gusta el sexo?". Él: "¡Sí!". Ella: "¿Y viajar también le gusta?". Él: "¡Claro!". Ella: "¡Pues en ese caso váyase a joder a otra parte!".