El Patio de la Infanta reabre sus puertas tras el parón por la pandemia y lo hace exhibiendo un «auténtico tesoro del arte textil». Fundación Ibercaja ha rebuscado en su amplia y valiosa colección hasta seleccionar ocho tapices de los siglos XV, XVI y XVII, paños de temática mitológica y religiosa elaborados sobre cartones de Rubens, Jordaens o Gaspard van der Bruggen. Las piezas forman parte de la colección que la fundación del banco aragonés comenzó a elaborar en el año 1957, la más importante que hay en la comunidad tras la del Cabildo Metropolitano de Zaragoza. La muestra, que podrá visitarse de forma gratuita de lunes a viernes de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 horas y los sábados de 10.00 a 14.00 horas, tendrá carácter permanente (la última exposición que acogió el Patio de la Infanta, la de Teresa de Vallabriga, estuvo dos años).

Según ha explicado este jueves en la presentación el director general de Fundación Ibercaja, José Luis Rodrigo, la antigua caja de ahorros comenzó a forjar esta valiosa colección para evitar que piezas «de enorme importancia» salieran de la comunidad. Este es el caso de la serie de 'Ester y Asuero', expuesta en la muestra y que se adquirió para que no abandonara Zaragoza. Pero su intención también era poder traer a Aragón «algunos paños de excepcional categoría». Un ejemplo de ello es la serie de 'Dido y Eneas', que el estado austriaco vendió en una subasta en Roma para hacer frente a las deudas generadas por la II Guerra Mundial.

En la exposición también destaca el tapiz gótico de 'La Crucifixión y la Resurrección de Cristo', la pieza más antigua que se conserva en Aragón de las manufacturas bruselenses. Se compró en 1974 y procede de la catedral de Toledo, cuyo cabildo la subastó en la galería londinense Christie’s en el año 1893. Todos los paños han sido restaurados en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara de Madrid.

El presidente de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis y patrono de Fundación Ibercaja, Domingo Buesa, quien ha colaborado con la organización de esta exposición, ha subrayado en la presentación que la muestra es «una pequeña, pero importante selección de la colección» de la entidad, con piezas antiguas y con temática de referencias mitológicas y cristianas, «los dos principales ámbitos en los trabajaban los maestros tapiceros de la época». Buesa ha apuntado en este sentido que las ocho piezas que se exhiben son de Flandes, de los siglos XV, XVI y XVII, con hilos sobre cartones de Rubens, Jordaens o Gaspard van der Bruggen.

José Luis Rodrigo ha destacado que el Patio de la Infanta vuelva a estar a disposición del público «después de muchos meses cerrado» por la pandemia y ha detallado que se reabre «con control de aforo y todas las medidas de seguridad» frente a la crisis sanitaria. La exposición abraza las nuevas tecnologías por las que apuesta la fundación y cuenta con un código QR con detalles de todos los tapices.

Esta muestra es una buena ocasión para volver a contemplar el esplendor del Patio de la Infanta, una «joya arquitectónica del Renacimiento», tal y como ha señalado Rodrigo. Se trata de la última residencia de María Teresa de Vallabriga, esposa de don Luis de Borbón, a la que debe su nombre este patio desde finales del siglo XVIII, que fue erigido por el banquero Gabriel Zaporta y actualmente forma parte de la sede central de Ibercaja en Zaragoza.

Tras presentar la exposición, Buesa ha destacado la importancia de que la sociedad pueda acceder a este legado patrimonial y «acercar la historia», porque «solo desde la cultura se puede producir el pensamiento y solo desde el pensamiento se puede producir el progreso y el futuro», algo que «estamos olvidando y que nos va a pasar factura».

Buesa ha indicado que se lleva trabajando en esta muestra desde el verano, si bien no se ha podido inaugurar hasta ahora y permanecerá durante bastante tiempo en el Patio de la Infanta, con la posibilidad de mostrar otros tapices.

Desde Fundación Ibercaja han recordado que el tapiz es un arte tradicional que servía para preservar del frío castillos y palacios cumpliendo una función decorativa y de representación, ya que se reproducían escenas de temas religiosos o mitológicos.

Desde la Edad Moderna, a partir del siglo XV, estas obras cumplieron funciones suntuarias y sirvieron para expresar la magnificencia, la posición social o el poder económico y político de sus propietarios.