En 1949 murió en un hospital de Roma un hombre que había entrado con una afección hepática y nombre falso. Le habían llevado unos monjes y le visitaron un obispo, un médico y una dama prusiana. Era Otto Wächter, jerarca nazi, criminal de guerra huido y mano derecha de Hans Frank, el Carnicero de Cracovia, juzgado y ahorcado en Núremberg. “Nunca los describo como monstruos pero hicieron cosas monstruosas. También fueron capaces de decencia, amor, generosidad y amistad. Son complejos, como todo ser humano. Hay que entender cómo gente común cruza la línea roja y acaba matando a miles de personas”, reflexiona Philippe Sands (Londres, 1960), reputado abogado que ha participado en juicios del Tribunal de la Haya contra Pinochet o el genocidio de Ruanda. Como ya bordó el magistral ‘Calle Este-Oeste’ (2017) -entrelazando el caso de Frank con el de su propia familia, víctima del Holocausto- ahora sigue la pista de Wächter en la no menos rocambolesca y documentada investigación ‘Ruta de escape’.

La Sala Lancisi, del Hospital del Espíritu Santo de Roma, en 1950, donde murió el nazi Otto Wachter, al que Sands sigue la pista. /PHILIPPE SANDS / ANAGRAMA

Fue el hijo de Frank, que odiaba a su padre, quien propició el contacto de Sands con un hijo de Wächter, Horst. Este le aseguró que su padre fue en realidad envenenado y, con la esperanza de que demostrara su inocencia, le dio acceso a 8.500 documentos, entre ellos las cartas que su madre, Charlotte, una artista austriaca antisemita, cruzó con su padre, además de diarios y fotos, que explican la historia del matrimonio, la fuga y su relación con el Vaticano. “Horst acepta que hubo asesinatos en masa, pero no admite que su padre fuera un criminal y se ha construido un universo en el que niega su responsabilidad en el asesinato de 500.000 seres humanos”, afirma por videoconferencia Sands, que tras su ingente trabajo no encontró ningún documento que lo exonerara.

Abre el libro esta frase: “Es más importante entender al verdugo que a la víctima”. “Me la dijo el escritor Javier Cercas mientras visitábamos la Capilla Sixtina. Cercas estaba invitado a dar una conferencia en el Vaticano y le habló de mí a un obispo irlandés increíble que me conocía por el ‘podcast’ de la BBC de ‘Ruta de escape’ y me facilitó la entrada en los archivos del Vaticano y en el hospital donde murió Wächter”.

De hecho, el título original del volumen es ‘Ratline’, la línea de las ratas, nombre de la ruta de huida de nazis del Vaticano, que ayudó a llegar a Sudamérica a Eichmann, Mengele o Priebke. La dirigía el obispo austriaco Alois Hudal. “Descubrí que los estadounidenses le pagaban para espiar a los rusos dentro del proyecto Los ángeles, que crearon en 1947, con la guerra fría. Tres de los espías que reclutaron eran nazis”. Hudal quería como espía a Wächter, que solo pensaba en huir a Argentina y murió antes de poder hacerlo. Diez años después, Hudal contactó con Charlotte y le dijo que le había envenenado un antiguo camarada”.

“No sé qué sabía Pío XII, pero sí sé que el Papa dio dinero a Hudal para esa ruta de escape y que en las altas esferas del Vaticano se sabía todo”. Sands, que confía en “el compromiso de transparencia del papa Francisco”, que ya ha abiertos los archivos, aunque no estén digitalizados, espera hallar nuevos datos en ellos.

Charlotte dedicó su vida (murió en 1985) a intentar limpiar la reputación de su esposo. “Al final he contado una historia de amor para entender cómo una mujer apoya a su marido -asume-. Él le escribía ‘ha sido una semana terrible, hemos tenido que matar a muchos judíos’… Ella lo sabía todo y ¡lo alentaba! Le animó a elegir el puesto que Hitler le ofreció en vez de seguir con su carrera de abogado en Viena. Charlotte se convirtió en una mujer importante dentro del régimen y le encantaba. En los primeros 15 años que estuvieron juntos, era Otto quien controlaba la relación. Pero en mayo de 1945 eso bascula porque él es un hombre perseguido que se esconde tres años en las montañas de Austria y depende totalmente de ella para sobrevivir, porque le llevaba comida”.

Cierra Sands el libro con una frase de una hija de Horst: “Mi abuelo fue un genocida”. Al verla, su padre la desheredó, revela el autor. “Los nietos están en ‘shock’, me dijo uno de ellos. La información oculta que yo aporto significa un drama para esa familia porque a ellos les contaron una versión muy distinta de sus abuelos. Es una historia de mentiras. Han creado sus propios silencios”, señala el autor, recordando que está casado con una española cuya familia, dividida por la guerra civil, aún hoy sigue sin hablar de ello. “No funciona tratar con el pasado a través del silencio. El pasado siempre encuentra una forma de volver”.

Por ello sigue buceando en él. En 2024 espera cerrar esta trilogía de criminales nazis con un título donde sigue los pasos del SS huido Walter Rauff: se convirtió en amigo e interrogador de Pinochet, en cuyo juicio participó como abogado. Porque para Sands, ver cómo aquellos hombres cruzaron la línea roja puede alertarnos de peligros como Trump. “Se empieza con el lenguaje, atacando a gente de raza o color distinto. Lo decía en un interesantísimo vídeo Arnold Schwarzenegger ante los hechos del Capitolio. ‘Soy austriaco y lo sé bien’, recordando que su padre fue un nazi y que puede volver a pasar en cualquier lugar”.