Dicen los expertos que la pandemia ha incrementado la venta en tiendas de proximidad, creciendo el consumo de productos locales y de temporada («que ha sido o se usa solo en cierta época», dice el diccionario). Pero el concepto sigue siendo confuso para muchos, especialmente si nos referimos a los alimentos.

¿Hay ternasco todo el año? Sí, pero sabe mejor en la época de Semana Santa por aquello de la alimentación de las ovejas. De la misma manera que las sardinas -que están todo el año por el mar- resultan más sabrosas allá por otoño.

Más complicado resulta el asunto cuando nos acercamos a las frutas y hortalizas. ¿Podemos comprar naranjas todo el año? Claro, gracias a las cámaras frigoríficas, pues ya quedan muy pocas en el árbol; al contrario de las manzanas, que aguantan bien todo el año sin excesivo frío. Sin embargo, tendremos que esperar algunos meses para disfrutar de las cerezas o melocotones, al menos de los que se cultivan en nuestra cercanía.

Ahora, en nuestros campos, se recogen espinacas y coles, pero difícilmente patatas o pimientos. Aunque las primeras se conserven todo el año, los segundos, no, de ahí que vengan en conserva o los disfrutemos secos, en forma de ñoras.

Por más que unos avezados agricultores, experimentados cultivadores en invernaderos aragoneses, lo han intentado, jamás han conseguido recoger tomates maduros antes de san Isidro (15 de mayo).

Por supuesto, el consumidor puede considerar de temporada todo lo recién recolectado, aunque provenga de un invernadero de Almería o Marruecos. Y es legítimo consumirlo si uno así lo desea, aunque sea foráneo, pero es un fraude hacerlo pasar por algo cercano.

Tristemente, la picaresca acecha cuando algo se pone de moda. Vende lo ecológico, lo local, lo casero, aunque no lo sea. ¿Caldo industrial casero? Pero si degradamos dichos términos, su valor se mantendrá durante muy poco tiempo. Infórmese cuando compre.