En 'Humo', su última novela, el escritor madrileño José Ovejero ha vuelto a recurrir a una fórmula que le ha dado muy buenos resultados en los últimos años: comenzar a escribir la historia a partir de una imagen que le viene a la cabeza sin saber muy bien hacia dónde se dirige. «En un principio no sé lo que quiero contar», reconoce. En 'Humo', la escena primigenia fue la de una mujer en una cabaña en medio del bosque, mientras fuera la naturaleza se está volviendo impredecible. «A partir de ahí empecé a escribir», reconoce.

—¿Por qué apuesta por esta forma de crear?

—Bueno, me he acostumbrado a trabajar así casi siempre. Prefiero que sea la intuición literaria la que me guíe sin tener unos personajes predeterminados y ningún plan previo.

-Al final le salió una novela asfixiante y claustrofóbica.

-Fue surgiendo así, y es curioso porque va un poco en contra de la situación inicial. La mujer está en medio de la naturaleza, en un sitio abierto. Sin embargo, es como si me hubiera metido con ella en una especie de burbuja que al final sí da esa sensación de encierro. Quizá, porque me di cuenta de que estaba yendo a esa situación, no quería sacar a los lectores de esa burbuja. Quería que entraran conmigo. Por eso no hay grandes explicaciones ni de dónde vienen la mujer y el niño, de por qué están ahí, qué está sucedediendo, qué es ese humo...Quería reproducir esa sensación en los lectores. Por lo que me dicen, es una novela muy de sensaciones, de sentir con los personajes lo que les está sucediendo.

-¿Lo que importa es lo que les ocurre? ¿No dónde, cuándo ni por qué?

-Creo que al final esa falta de coordenadas temporales y geográficas hace que la situación se vuelva más universal. No es una mujer en un lugar determinado, sino una sensación que conocemos todos. De inseguridad, fragilidad, de la necesidad de esforzarnos por la supervivencia. También de la alegría de descubrir nuestras propias fuerzas o la belleza de lo cotidiano. Como dijo un crítico, es una novela más antropológica que sociológica, es algo que tiene que ver con todos nosotros.

-‘Humo’ coincide en esa ausencia de «coordenadas temporales y geográficas» con otros títulos como por ejemplo ‘La Carretera’, de Cormac McCarthy.

-La historia surgió así. En ese momento no pensé qué influencias podía haber, aunque es cierto que hay novelas que pueden dialogar con la mía por esa razón. Nombras La carretera, también El niño que robó el caballo de Atila, de Iván Repila. Hay varias que funcionan en torno a ese silencio de coordenadas. No me lo planteé así, pero obviamente uno nunca es completamente original y siempre está trazando relaciones con otras obras.

-Ha apostado por un estilo muy minimalista, con una prosa sin apenas adornos.

-Al final creo que es un estilo que mezcla ese minimalismo con una especie de mirada poética, porque en las descripciones de la naturaleza o en las sensaciones de los personajes sí hay ese detenimiento en lo que se está sintiendo y viendo. Lo que ocurre que al ser una novela narrada en primera persona, al ser la protagonista la que la cuenta, uno no realiza discursos barrocos. Tienes una cierta naturalidad cuando estás pensando y hablando.

-La protagonista no quiere dejarse llevar por los afectos y los sentimientos. ¿Hay mucho de usted en los personajes que crea?

-Es cierto que no es habitual una mujer en la literatura que rechaze el afecto al temer que eso le puede volver dependiente. Ella no quiere depender de nadie. Se aleja del tópico de mujer cuidadora y sacrificada. Quiere vivir realmente su vida. Lo que pasa que es imposible vivirla del todo sin ningún tipo de lazo afectivo. A su pesar, acaba sintiendo afecto por el niño y queriéndolo proteger. ¿Tiene esto que ver con mi vida? No. Tiene que ver con lo que pienso de los afectos y las dependencias, pero he creado un personaje que no se parece mucho a mí. Yo acepto el precio que pagas por una relación afectiva, porque me da mucho. Pero entiendo que haya gente, sobre todo algunas mujeres, que no quieran seguir dependiendo de nadie.

-En medio de tanto desasosiego, los personajes también encuentran momentos de belleza.

-Sí, dentro de todo ese mundo hostil hay una serie de oasis. Cuando se detiene a contemplar cosas que le resultan placenteras o cuando hace una lista de las cosas que le hacen feliz. Hay ese deseo de rescatar, incluso en situaciones difíciles, esos momentos que vuelven la vida deseable. Al final, tiene que tener algo que le empuje a seguir sobreviviendo.

-¿Y eso se lo aplica a usted mismo?

-Bueno, es una sensación con la que vivo. Y en esta época que ha sido todo tan difícil para tanta gente me doy cuenta de que en los momentos más oscuros hay cosas que me producen alegría y placer. Todo eso se transmite en la novela, aunque no es que yo haya querido lanzar un mensaje o dar una lección de vida a los lectores.

-¿Quería que la naturaleza fuera un personaje más en la novela?

-Está muy presente en la novela, es cierto. Pero una naturaleza no idealizada, que es a la vez hermosa y terrible y a veces te destruye. Yo quería reflejar esos dos aspectos. Me interesaba mucho trabajar con las sensaciones que genera esa idea de lo bello y lo terrible a la vez.

-¿En el fondo somos todos unos meros supervivientes?

-Somos tremendamente frágiles, aunque a veces no nos lo parezca. Lo hemos visto en esta época, pero ya lo habíamos comprobado antes muchas veces. Esa especie de seguridad que nos construimos se destruye muy fácilmente. Por eso, esa idea de poner a prueba la capacidad de supervivencia me interesaba mucho. Y si fuésemos más conscientes de esa fragilidad obraríamos con más prudencia respecto a nuestro entorno y nuestro planeta. Aunque por supuesto no he querido hacer una novela ecologista. No creo que la novela tenga que ser una fuente de adoctrinamiento. Al menos a mí no me gustan esas novelas.

-Escribió ‘Humo’ antes de la irrupción de la pandemia, pero encaja como un guante con la situación actual.

-Sí, es extraño porque quien lo lee sin saberlo puede dar por hecho que la escribí durante el confinamiento, porque se tratan todos esos temas de aislamiento, la fragilidad, el miedo... Eso sí, esta pandemia ha hecho que cristalicen una serie de cosas que ya estaban ahí: los virus nuevos ya estaban apareciendo desde hace tiempo y esa sensación de que la naturaleza no se comporta como debería también. Yo escribí Humo ya con todas esas sensaciones en mi cabeza.

-Novela, ensayo, poesía... ¿Es una necesidad para usted hilvanar tantos géneros?

-Totalmente. Cada género te permite expresar otras cosas y mirar de otra forma el mundo. Si lo digo de una manera un poco grandilocuente, cada vez que cambio de género es un intento de ampliar la forma de estar vivo, te permite acceder a otros lugares. Eso para mí siempre ha sido una obsesión literaria y personal. Lo próximo que sacaré será un libro de cuentos y uno de poemas, que están muy avanzados. Ha sido un año muy productivo (ríe).