La escritora mexicana Cecilia Eudave, presenta su último trabajo Al final del miedo, de la mano de Páginas de espuma. Libro que presenta en Cálamo (a través de su Facebook) el jueves. Una colección de relatos donde el miedo, siempre presente, actúa de maneras diversas en sus protagonistas. Historias tan dispares como la búsqueda de un siniestro bar, un matrimonio que por accidente golpea un bulto con apariencia semihumana o un contador público que se apropia de una profecía ancestral para explicar la aparición de los agujeros oscuros y profundos diseminados por la ciudad confluyen en esta obra.

 

- En Al final del miedo presenta una colección de relatos muy variada, ¿qué ejemplos lo muestran?

- El primer cuento que escribí fue precisamente el relato Al final del miedo. En él se establece esta renovación de las profecías mayas del fin del mundo, que en realidad son del fin de una era. Como seres humanos nos encanta la catástrofe, no sé si es porque es una especie de adrenalina un poco enfermiza. Recuerdo que en el 2012 todo se iba a terminar, la gente estaba haciendo locuras, y no pasó nada. A raíz de esto me di cuenta que nos gusta vivir con miedo, pareciera que el miedo es una adrenalina curiosa para establecer una relación entre nosotros y el mundo. Cuando estamos próximos a la extinción, es cuando nos damos cuenta lo que hay a nuestro alrededor. El último cuento que escribí fue De jaque sangre donde se ve una evolución en todo el libro, porque hay distintos cuentos que se van perfilando. Aunque algunos salieron en la misma época, este fue el último que se integró. En él quise hacer una especie de parodia de los géneros gótico, de la literatura del terror y hacerlo con ironía. Quería hablar de esta violencia en torno a las mujeres, una violencia que es de ida y vuelta. No solamente son violentadas por la sociedad sino que ellas, nosotras mismas, nos violentamos.

-El miedo es un elemento constante en estos relatos, pero no afecta, o no tiene el mismo propósito para todos los personajes y el viaje que realizan.

-Como seres humanos siempre vamos a tener miedo, es un motor. Tener miedo significa que estamos vivos, que somos empáticos y nos preocupamos por las cosas. El problema es cómo manejamos ese miedo. En el libro lo que quería era que los personajes tuvieran ese miedo y ver cómo llegaban a su final.

-Al lector le propone que esos elementos fantásticos e insólitos de la novela, al confluir con lo cotidiano, puedan llegar a formar parte de sus vidas.

-Dicen que todo en este mundo tiene explicación pero también es bueno pensar que no encontramos esas explicaciones constantemente. Precisamente en ese umbral entre lo insólito y lo real es donde me gusta jugar, y que el lector decida en qué lado de la balanza decide situarse.

-Aunque el miedo podría asociarse a unos géneros literarios más que a otros este no es el caso, algo que le da mayor libertad creativa como autora.

-Eso me permite también tener lectores de distintas índoles. No es un lector sólo de género fantástico, me han llegado lectores que priman el realismo y que les ha gustado mucho el libro. Eso abre la puerta también a que luego se acerquen a otro tipo de literatura sin ningún prejuicio. Creo que es un libro que desafía al lector, que lo saca de su estado de confort.

-Esta mezcla de géneros literarios, ¿va a seguir formando parte de sus proyectos futuros?

-Sí. El primer libro que escribí, Técnicamente humanos, ya interrelacionaba todos los personajes, había uno que estaba presente en todas. Espero que el próximo año salga una novela breve, El verano de la serpiente, una novela coral hecha a partir de varias voces. Sí, me gusta que cada libro tenga su propia personalidad. No me puedo apegar a fórmulas estrictas pero sí al tono de voz.