Por fin empezó la Eurocopa, y con público en las gradas. Y la selección española, como acostumbra, monta otro lío (el último fue la salida de Lopetegui tras el conocimiento de su fichaje por el Madrid, jorobándonos a todos el Mundial de Rusia antes de chutar alguna vez a gol) antes de empezar, a cuenta de una pésima planificación de la Federación sobre la vacunación de nuestros internacionales y sobre los protocolos a seguir en el caso de aparición de casos de covid-19. Un poco más de mala suerte… ¡y acabamos teniendo que mandar al equipo femenino de fútbol, a esta Euro! Estupendo, que diría el gran Forges.

Y es que no sabemos si saldrá cara o cruz, porque la selección es una incógnita: joven, inexperta, con la portería sin resolver, con gente de calidad pero sin liderazgos claros. Pero el futbol es un estado de ánimo, y quien dice que Gerard Moreno, Rodri y Koke no puedan tirar del carro para que el equipo se enchufe desde el primer partido y se crean que puedan llegar hasta el infinito y más allá (Buzzlightyear dixit). Si le metimos seis a Alemania hace no tanto, porqué no aspirar a todo, o al menos a competir hasta el final.

Aunque el verdadero espectáculo de esta selección lo da Luis Enrique. Desde Javier Clemente no había un entrenador tan acaparador de los focos y con un estilo tan personal e intransferible. A ver cómo responde ante una gran cita como esta, que es dónde se ha de medir su labor. Ante los focos, normalmente desaliñado e informal, sin afeitar, y sin un miligramo de grasa debido a los ultramaratones que se mete de vez en cuando, muestra en sus repuestas cortantes y claras la aspereza de una lija y la dureza de un sioux que se gana la vida cazando cabelleras, con cabeza incluida, en el mediano oeste. No le tembló la mano para no llevar a Ramos (provocando que no haya nadie blanco en la selección, razón por la que la artillería deportivo-mediática de la capital le espera con las escopetas a punto) y mantuvo erre que erre su convocatoria de 24 jugadores (cuando podía llegar a los 26). Pasando por lo que ha pasado, el jueves tuvo una respuesta estratosférica cuando dijo que “comparado con lo que me ha tocado vivir, lo del covid de Busquets me parece un juego de niños, francamente…”. No hay nada como relativizar, y el fútbol no deja de ser un juego.  Pero a Luis Enrique le gusta competir. Lo hizo en el Sporting, en el Madrid, en el Barça. Y en la selección los italianos nos rompieron en sus narices la posibilidad de pasar de cuartos en un mundial. Y como entrenador se atrevió a enfrentarse al mito de Guardiola, aceptando entrenar al Barça y consiguiendo otra Copa de Europa y otro triplete para el Barça.  No sé, yo le tengo fe. Pero a áspero no hay quien le gane, eso es verdad…