Es imposible pensar en ellos de forma separada. Una vez más, como tantas, Eva Amaral y Juan Aguirre han salido juntos al escenario. Los dos artistas zaragozanos han sido los invitados del ciclo Los años bárbaros, presentado por el periodista Luis Alegre. La conversación a tres bandas permitió conocer al público asistente a la sala Luis Galve del Auditorio de Zaragoza algunos de los secretos más escondidos de los músicos, así como muchas anécdotas de su infancia y juventud.

Alegre comenzó, como con cada uno de los invitados, preguntando por la primera canción de sus vidas. Amaral recordó las coplas clásicas del folclore patrio, en voz de su madre; y con la banda sonora de Jesucristo Superstar, con las primeras canciones que bailó, «con la ayuda de mi hermana, porque yo casi no me tenía en pie». Aguirre también ha recuperado a su madre, también con clásicos de la música nacional, y un beso entre adolescentes en el barrio de las Delicias: «Cuando era muy niño, vi a dos chavales besándose en un coche con música de los Beatles. En aquel momento, me enamoré de esos músicos ingleses».

Las figuras paternas estuvieron presentes durante toda la conversación, recordando la relación entre los jóvenes Aguirre y Amaral con sus progenitores. Algunos disgustos, algunas alegrías y momentos para el recuerdo fueron relatados por los dos músicos. La aventura de Aguirre conduciendo por su pueblo sin carné durante su adolescencia ha sido la que más risas ha arrancado entre los asistentes a Los años bárbaros: «No fue una locura, no fui como El Vaquilla». Siempre con humor, incluso en situaciones graves como una explosión en la empresa de Aguirre –«mi padre es un gato, yo creo que tiene siete vidas»–. Amaral ha indicado que su padre, pese a ser músico en el ejército, no quería que ella se dedicase a la música de forma profesional: «Creo que era porque no pudo tener una formación completa como músico».

Ambos artistas recordaron también sus primeros pasos en el sector musical. Amaral ha contado que, acompañada de su primo, improvisaba conciertos en cualquier lugar de la casa, «él tocaba una raqueta como si fuera una guitarra y yo golpeaba cajas de detergente, a modo de batería». Aguirre tardó algo más en llegar a la música, aunque desde los doce años fue «mi auténtica pasión». «En mi adolescencia tuve claro que quería tocar la guitarra eléctrica», ha señalado el músico, que compartió infancia con el también artista zaragozano Ernesto Cossío.

En el coloquio, el dúo también ha tenido tiempo para contar parte del proceso creativo de sus canciones. Aguirre se ha considerado a sí mismo «muy disperso», y ambos han coincidido en que es Eva la que centra el proceso de composición: «Es la que consigue elegir un solo camino de todos los que abre Juan».

Amaral y Aguirre han hablado en la parte final de la Zaragoza de su adolescencia y juventud, recordando los lugares que más frecuentaban y cómo convirtieron un icónico bar cerca de la facultad «en el punto intermedio, donde quedábamos siempre». Aguirre ha reflexionado sobre su capacidad para idolatrar cualquier cosa y como, con el paso del tiempo y con los años viviendo lejos de casa, le comienza a pasar con su ciudad: «Cuando alguien me habla de aquí, recuerdo la mejor imagen posible de Zaragoza»