Marcianos, pinball, plataformas y comecocos. Algunos de los juegos más míticos de la historia acapararon la atención de todos a finales del siglo XX y, casi de la noche a la mañana, desaparecieron. Sin embargo, varias décadas después, cientos de aficionados pelean a diario por reparar y mantener vivo el legado de las mejores máquinas arcade de todos los tiempos.

Arcadeología, la primera película de Mario-Paul Martínez, da voz a todos estos aficionados a los videojuegos que trabajan por su conservación. La organización Arpa (Asociación de Recreativas y Pinballs de Aragón) representa a la comunidad en el filme y muestra cómo es su forma de trabajo. Esta tarde, el director del documental y varios miembros de la asociación aragonesa charlarán sobre el resultado final de la película y la situación de los recreativos en la sociedad española. La película llega mañana a numerosos de cines del país.

La ópera prima de Martínez nació con una pregunta: "¿Quién está preservando el legado del videojuego?". La búsqueda de las respuestas le llevó a encontrarse con múltiples grupos de aficionados que trabajaban por "la recuperación del patrimonio cultural", en este caso, asociado a los primeros videojuegos. "Empezamos a entender que hay un tejido en España que va compartiendo las máquinas y que todos van participando en el proceso de reparación", reflexiona Martínez sobre su mayor descubrimiento, que le ayudó a comprender la existencia de numerosas organizaciones que trabajan en la restauración de máquinas y pinball.

Martínez, que se considera aficionado a este tipo de entretenimiento pero no trabaja junto a los protagonistas de su documental, cree que los videojuegos "ya están dentro de nosotros, forman parte de la cultura de masas". Con una capacidad creativa similar a la de una película o un libro, estos juegos basan su fuerza en la interactividad: "Es una parte fundamental del videojuego: si no participamos, el mensaje no se da".

Un mensaje que se desarrollaba incluso con los títulos más sencillos, como los archiconocidos Space Invaders, Pac-man o las primeras ediciones de Mario Bros: "El arcade es capaz de crear una narrativa y unos personajes interesantes con cuatro píxeles y un fondo negro". Un entretenimiento que llenó tardes de muchos adolescentes y vació muchos bolsillos. Martínez, que no jugó mucho en salones recreativos, lo tiene claro: "El arcade era maligno, porque quería que te gastases monedas, con partidas rápidas y complejas que te animaban a seguir jugando".

Uno de los que sí se gastó muchas pesetas en los salones recreativos fue Eduardo Lázaro, presidente de Arpa, que vivió "la llegada de las primeras máquinas, el auge de los videojuegos y el ocaso de los salones recreativos". Para este aficionado, el éxito de los juegos arcade se sustenta en "su sencillez y su capacidad de adicción". Lázaro destaca que la asociación cuenta con miembros "jóvenes, que no vivieron esta época" y que ahora cuentan con una quincena de socios, aunque antes de la pandemia llegaron a ser más de 30.

Arpa centra su actividad en "la búsqueda y en la recuperación de las máquinas", ya que algunas se encuentran en "un estado lamentable". El trabajo de reparación abarca todos los campos, desde la parte más tecnológica hasta la más estética, fase en la que se encuentran más inmersos en la actualidad. Entre risas, Lázaro admite que entre tantas horas de trabajo "se saca tiempo para jugar alguna partida".

Los tiempos han cambiado pero la pasión por los videojuegos se mantiene intacta. Para el director de Arcadeología, esta evolución ha traído cosas buenas, como "la apertura del sector a las mujeres", y también malas, pues "ahora el juego es más solitario, cada uno desde su casa", con la muerte de los recreativos. Resistentes, los miembros de Arpa siguen reuniéndose en su local para "charlar de juegos y de consolas". Nostalgia en tiempos no tan modernos.