Raúl Gutiérrez (Reinosa, 1979) fundó Rulo y la Contrabanda en 2010, tras salir de La Fuga. Ahora viaja por los escenarios españoles en una serie de conciertos que ya han tenido parada en Madrid o Galicia.

En 'Basado en hechos reales' el gran tema es el amor.

Cualquier disco de mi carrera se podría haber llamado así, porque hay un 95% de autobiografía, y el amor es el tema más recurrente. En todas sus aristas, que tiene muchas. En el disco hay un poco de todo. Desde una canción optimista, 'Todavía', a otras como 'The End'. Esta sobre un tema del que no había escrito, sobre irse de una relación antes de que seamos enemigos. Lo emocional lo hacemos todos muy mal, nos vamos cuando es un desastre todo. Luego está Como la luna, la más dura de desamor del disco. Su historia me ha sucedido varias veces, pero no me estaba sucediendo cuando la compuse. Sí a un miembro de la banda. La grabé con guitarra acústica, se la mandé y le dije: “Creo que es lo que se está pasando a ti”. Como se dice en mi pueblo, ese perro me ha mordido a mí también.

En 'Como la luna' se habla de no ser capaz de olvidar tras la ruptura. ¿Esa situación de angustia es especialmente fecunda para la música?

La derrota es más inspiradora para componer, y más didáctica. De las derrotas de mi vida y mi música, que son lo mismo para mí, he aprendido muchísimo más que de los éxitos. Estos conllevan un relajo. Como oyente, me gustan más las canciones de desamor que las de amor. Llámame, o llámanos a todos, masocas. Cuando estoy triste me pongo canciones tristes y me siento mejor, es así de inexplicable o contradictorio.

Hablando de derrotas, hay otra canción, 'El blues de los sueños rotos', ambientada en un bar en el que vemos a cantores, actores, poetas, que no triunfaron.

Nace de muchas cosas. De un bar, Escala, al que íbamos siempre en Reinosa. Acudíamos ahí, y veíamos la figura del nocturno vocacional, el profesional de la noche que acude a beber y compartir sus frustraciones, miedos o soledades. También hay parte de que este disco se grabó en Los Ángeles y estuve allí dos meses. Ahí me fijaba en que la gente que te ponía café o te atendía en una gasolinera era gente que estaba ahí para ser actor o actriz. Se juntaron esas sensaciones. La barra de bar como nexo no solo de la diversión sino para gente que pone sus derrotas en común. Para mí, la pena compartida es menos pena.

En 'Verano del 95' se habla del recuerdo de la juventud.

Cumplí cuarenta años el año pasado, y en lugar de comprar una Harley, hice un fiestón con mis ochenta o cien mejores amigos, una de las noches más bonitas de mi vida. Esta mirada hacia atrás creo que está motivada por rozar los cuarenta; haces un balance de la mitad de la vida. En mis canciones no hay nostalgia, sino melancolía optimista, y este tema es una mirada hacia atrás, pero una mirada risueña. Viene a decir todo, desde mi infancia en Reinosa hasta mi vida actual, en la que aquí sigo escribiendo canciones. Yo suelo mirar hacia delante siempre, pero de vez en cuanto miro hacia atrás por los retrovisores, que eso también es muy gallego. Y en esta canción hago una mirada conduciendo firmemente hacia delante y diciendo, joder, qué bonito estuvo lo de atrás.

¿Cuáles son sus planes a futuro?

El 3 de noviembre saco un libro, 'Vértigos y norias', y ese mes sacaremos una caja con los vinilos de estudio y directos. Haremos 500 y las personalizaré a mano, dibujando. También tenemos 37 conciertos en cuatro meses, y en enero a mayo pararé para componer el siguiente disco. Tengo algunas canciones, pero en gira no paras, y necesito una desconexión total para componer.