Uno de los libros que más me sorprendió hace ya algunos años fue el estupendo También esto pasará, de Milena Busquets. Sin spoilers pero la escena del funeral en el que la propia autora está pensando en cosas que parecen inconvenientes para ese momento en un cementerio me hizo encender unos cuantos interruptores en mi cerebro. En cierta manera, creo que me descubrió algo que, en realidad, ya sabía, que la literatura puede servir para muchas cosas pero que, además, es la manera de retratar de una manera precisa la realidad. Una realidad entendida como unas experiencias vitales asociadas a determinados momentos y no tanto como sucesos que van acaeciendo en las vidas de unas personas. A partir de ahí, Busquets consiguió engancharme con su prosa ágil y su ironía hasta hacerme llegar a un punto en el que dudé de si la novela se me había hecho tan corta porque realmente no era muy extensa o porque lo que me sucedía era un fenómeno también bastante habitual cuando uno se asoma a las páginas de un libro interesante, que quería saber más sobre esa historia. Porque Milena Busquets consigue desnudarse contando mucho pero desvelando poco. Y esa es una de las claves de su escritura. Por eso, cuando llegó este verano y tuve que entrar de urgencia en una librería de una ciudad asturiana (sí, me había dejado la lectura olvidada en Zaragoza) y vi Gema, su última novela, no lo dudé.

El libro no parece abordar un tema agradable pero acercarse a algo tan anclado a la realidad le permite a la autora sacar nuevamente el máximo partido a su escritura, jugar con la ironía y el humor pero aterrizando en problemas existenciales y de inquietudes personales. No parecía Gema una novela que fuera a resultar muy cómoda pero la realidad es que es una pequeña joya encerrada en un trágico suceso adolescente que, al final, resulta no ser más que un desencadenante para que la propia protagonista comprenda en qué se ha convertido su vida o, más bien, qué quiere hacer con ella. Milena Busquets se permite el lujo, una vez más, de que su escritura gire en torno a ella pero con una distancia cenital que le da permiso para jugar con la literatura y para carcajearse de las múltiples formas de vida que nos rodean, incluida la suya, por supuesto.

Gema apenas tienes 150 páginas por lo que se podrán imaginar que se puede leer en un corto periodo de tiempo pero cuando concluye su lectura, uno tiene la tentación de volver a empezar desde la página 1 con una sola intención, detenerse en cada una de las reflexiones que Busquets va colando entre su escritura ágil y su desenvolvimiento natural. Es decir, la catalana lleva a la máxima expresión la idea de que parezca sencillo lo que en realidad lleva un armazón importante detrás.

Ya he terminado, como ya les he dicho, Gema, así que ahora estoy metido de lleno en la tarea de afrontar un nuevo disfrute lector con la ventaja de que ya estoy en Zaragoza y tengo a mano mi pequeña biblioteca particular. Mi siguiente paso, aunque voy con algo de retraso, es abrir la primera página de El peón, de Paco Cerdà. La novela ya viene suficientemente avalada por libreros, críticos y lectores así que tengo asegurado el disfrute. ¿Para qué queremos el verano si no es precisamente para gozar con esos pequeños placeres que a veces no podemos tener entre manos durante los meses de invierno y otoño? Abramos un libro y dejémonos llevar, entendamos su realidad y comprendamos al mismo tiempo la que nos rodea y la que parte de nosotros mismos porque, al final, la literatura es la vida.