Ejecutar un acto que influirá negativamente en quien lo lleva cabo. Eso viene a significar el dicho "en el pecado lleva la penitencia". Mas no se dejen llevar alegremente por el refranero. Les cuento: un servidor, que no es precisamente un enamorado de las flautas, cometió el domingo el pecado de asistir al festival En el Camino de Santiago en la iglesia de Villanúa, donde el quinteto femenino Seldom Sene interpretaba las bachtianas Variaciones Goldberg con flautas dulces. La penitencia, lógicamente, tendría que haber sido un aburrimiento de caballo percherón, pero no: salió el pecador de la actuación felizmente purificado y sin sufrir castigo alguno.

Les refresco la memoria: las Variaciones Goldberg, que son 30, partiendo de un aria inicial (sí, esa que escucha el doctor Hannibal Lecter en El silencio de los corderos) y que se cierran con el Aria da capo final, fueron escritas para clave por Johann Sebastian Bach en 1741 y tituladas originalmente Aria con variaciones diversas para clave con dos teclados. Según Johann Nikolaus Forkel, biógrafo de Bach, se encargaron al músico por el conde y embajador Hermann Carl Von Keysembergk para, al ser interpretadas por Gottlieb Goldberg, alumno de Bach, apaciguar sus noches de insomnio. Puede que la cosa fuese así, pero teniendo en cuenta que en ese momento el joven Goldberg solo tenía 14 años, hay quien pone en duda la veracidad de la narración de Forkel. Pero a lo que vamos: en las variaciones cambia la melodía, pero el tronco común es la línea de bajo, de 32 compases, del Aria. Algunas de las variaciones fueron anotadas por Bach para clave con dos teclados, y estructuró el conjunto introduciendo un canon cada tres variaciones.

Y ahora se preguntarán ustedes: ¿una pieza para clave (o piano, ya en la época moderna) ejecutada con flautas? No se alteren. Hay adaptaciones de esa composición para orquesta, dos guitarras, trío de cuerdas, sintetizador, flauta y clave o flauta y piano, y trío de jazz, entre otras mudanzas. Uri Caine que transformó las 30 Variaciones en 70, armó una oferta sonora (se pudo escuchar en Zaragoza en el año 2000) con clave, voz, violín, saxo, trompeta, bajo, batería y DJ, revisando todos los estilos musicales de postguerra.

Así que nada de sorprenderse (asombrarse, tal vez) por la propuesta de Seldom Sene, formación creada en Ámsterdam, de la que forma parte la española María Martínez Ayerza, autora de los arreglos para flautas dulces. De esos instrumentos no faltan en el combo: un notable arsenal de origen renacentista y barroco, además de esa modalidad de flauta cuadrada y alta como una torre (el subcontrabajo, por ejemplo), creada a finales de los años 70 por Joaquin Paetzold.

De las 30 variaciones, Seldom Sen abordó en Villanúa 18 (más el Aria inicial y el Aria da Capo de cierre, claro). De ellas, seis tenían la forma de canon, y siete estaba anotadas para clave de dos teclados. Hago hincapié en este detalle porque sin duda, tanto la estructura canónica como la escritura para para dos teclados permiten a un conjunto de flautas mucha más libertad creativa que una composición para un solo teclado. Con todo, el programa completo sonó brillante. Los instrumentos construían en las piezas como una unidad, pero jugando cada uno su papel en el desarrollo de la obra. El timbre de las flautas recordó no poco a un órgano (no nos alejamos, pues, de un teclado), y tanto las armonías de la línea de bajo como el devenir de las melodías crearon una atmósfera elocuentemente inspiradora.

 Lo dicho. Da gusto pecar si la penitencia es un concierto como el de Seldom Sene.