La exposición Alma de peregrino de Ouka Leele fue la encargada de abrir el trigésimo aniversario del Festival Internacional en el Camino de Santiago de la Diputación de Huesca y, desde entonces, está siendo todo un éxito. La muestra puede verse tanto en el Museo Diocesano de Jaca (de 10.00 a 14.00 horas y de 16.00 a 20.30 horas), como en los entornos y espacios públicos del Camino de Santiago francés: Canfranc Estación, Santa Cruz de la Serós y Berdún. Una amplia y atractiva cita con la última obra de Ouka Leele que puede visitarse hasta el 29 de agosto. 

—Los primeros clicks de ‘Alma de peregrino’ comenzaron justo hace dos años en el Museo Diocesano. ¿Qué recuerdo guarda de esos días tan intensos de fotografía en Jaca? ¿Cuáles fueron las principales emociones de esas sesiones?

—La sensación que tengo principal es como de maratón, de "Dios mío, cómo voy a ser capaz de hacer tantos retratos en tan poco tiempo". Pero a la vez la fascinación de ver a cada persona que llegaba. Era muy rápido verle y coger su esencia. También tengo un recuerdo de la luz. Íbamos recorriéndola por toda la Catedral y el Museo. Donde estaba la luz maravillosa era donde nos poníamos a hacer el retrato. Esa luz iba recorriendo las paredes, las paredes, los pórticos… Fue una sensación bastante concentrada con la persona retratada, con una mirada afilada, poniéndome a escudriñar perfectamente a esa persona en muy poco tiempo. 

—La siguiente tarea de los meses a posteriori fue el tratamiento de luz y color, como parte de su estilo y forma creativas. ¿En qué ha consistido?

—En la segunda parte, después de la sesión, primero lo que me gusta es reposar. Recordar todo lo vivido: la luz, las personas, lo que me transmitieron… Con ese recuerdo me pongo a la parte de edición y de retoque. Es como he hecho siempre. Antiguamente las pintaba a mano, con pincel y acuarelas. Esta vez no ha sido así, también por la cantidad de trabajo, porque tardo en pintar a mano a lo mejor varios meses una sola foto, y se hacía imposible como muchas otras veces. Al usar el ordenador, que es una herramienta muy útil en nuestra época, puedo ir más deprisa. Esas sensaciones, sentimientos y luces están ahí, recientes desde que has hecho las fotos. Es entonces cuando empiezo a retocar, a sacar primero toda la luz de las caras, los cuerpos, de la situación y el escenario. Luego sigo con la parte más libre y creativa, donde de pronto una columna que era de color piedra aparece de color rojo. Eso son libertades y expresiones que añaden a la imagen más realidad. Se acercan más al sentimiento que ha habido entre el retratado y yo. Pintando en el ordenador con pincel, pero sin mancharte las manos. Después se imprime en un papel de algodón precioso y parece terciopelo. El resultado creo que es muy bueno. 

—Cámara y ordenador para un arte mecánico que al final da como resultado la imagen y su aura, y todo lo que transmite. La verdad, parece mágico.

—Sí, es bastante mágico. Se vuelven imágenes que parecen tener luz propia. A veces parece que hasta tienen relieve, que están como en 3D, como si pudieras tocarlas porque todo sale hacia afuera al hacer esa especie de contraste de luz y de color. Me gusta mucho hacer eso, jugar con esa sensación. Cuando miras las fotos y las comparas con la foto tal cual está tomada hay una gran diferencia. Siempre han sido mágicas mis fotos, porque yo de pequeña soñaba con cambiar los colores, inventarme colores nuevos. Al pintarlas, creo que he ido creando una realidad nueva, mi propia realidad y mi propio sentimiento. Con el color añado sentimiento, verdad y realidad. Aunque parezca lo contrario es así cómo cuento lo que de verdad yo veo. 

—"El retrato sin amor no puede ser posible". Esta preciosa frase es suya. Porque otro mundo, otra fotografía puede ser posible.

—Sin amor nada es posible. Todo hay que hacerlo con amor, desde el corazón. Desde hacer un pastel y un pan a conducir un tren. Todo desde el amor es como si tuviera una semilla. Si tú quitas la semilla a un melocotón nunca saldrán más. Si la plantas, dará más frutos. El amor es esa semilla. Con cualquier persona que se haga un retrato, yo estoy dando ese amor y recibiéndolo, porque cuando das, lo recibes. Eso queda ahí para siempre. Para quien ha sido retratado y para todos los espectadores que lo ven. Aunque no sepas lo que es o lo que está pasando, se te clava en el alma. Hay algo ahí que gusta, que te invita a estar ahí. Es una energía que se transmite, y puede hacerse a través de la pintura, la fotografía… de todas las artes. Desde luego que son artes curativas. El amor es lo que cura. Alguna vez he entrado en algún concierto con gripe y he salido sin ella. Es esa maravilla del amor, que lo crea y hace que todo exista. Nosotros somos amor y estamos creados en él. 

—Es Año Jacobeo de Camino, caminantes y peregrinar. Destaque dos de sus obras expuestas en la Jacetania, que para usted reflejen este espíritu y realidad.

—Todas representan al peregrino y su caminar. Aunque parezcan personas muy normales, que pasaban por ahí, está ahí en su alma. Hay una foto que me gustaría mucho destacar, que es un hombre que está arrodillado con un bastón en la mano, y tiene una mirada, una postura y una actitud súper mística. Hay otra mujer que está abrazada a los pies de un Cristo. Otro hombre que lleva una especie de chubasquero azul, de un azul increíble, a juego con sus ojos. Esas también me gustan mucho. Pero todas representan ese caminar, si no, no las hubiera escogido para esta exposición. 

—¿Un deseo para su exposición que tantas visitas e interés está suscitando?

—Mi deseo es que llene a las personas, que las atraiga al camino y que ese poquito arte que hay ahí les haga recorrer ese trozo del camino, que es precioso, y les inspire para hacer más partes. Me alegra mucho saber que está teniendo mucho interés, que van muchos visitantes. Espero que esta también sea récord de visitas, aunque no es la meta. La meta sí es que, aunque sea a una sola persona, le llene y le inspire. Te puede inspirar para crear, para ser más libre en la creación, para ser artista. Es algo que me han dicho muchos jóvenes, que gracias a haber visto mi obra se animaron a dejarlo todo y a dedicarse al arte. Pero aquí yo creo que hay algo más: dejarlo todo para caminar. El caminar tiene muchos sentidos. Caminar realmente. Y si puede ser con los pies descalzos, mejor. 

—¿Proyectos creativos y profesionales de Ouka Leele para el nuevo curso tras el verano?

—Ahora mismo estoy más metida en la creación que un proyecto en sí mismo. Hay varias cosas en marcha, pero muchas veces estamos pendientes de un hilo. Así que estoy más centrada en dibujar, en el dibujo con carboncillo. Un carboncillo hecho de Palo Santo que quemo yo misma, porque es un olor que me eleva muchísimo. No puedo soportar no oler ese aroma tan dulce y tan espiritual. Pienso que unos dibujos hechos con ese carbón llevan ya algo en esencia ellos mismos. Estoy en eso: el carbón, la ceniza, el papel… Un proceso personal también, de transformación, que no sé dónde me llevará. Ojalá me lleve a montar algo en el campo. Siempre lo he soñado. Algo para mí, pero también donde la gente pueda tener actividades y visitarlo. En vez de la casita de Frida Kahlo, la casita de Ouka Leele. Es solo una idea y todo está en el aire.