Hace unos años, Lechago vivió con el miedo a verse sumergido bajo un nuevo pantano. Entre protestas y reivindicaciones, Félix Romeo ideó una forma diferente de crítica: crear una biblioteca bajo el agua, una que solo pudiera ser visitada por los buzos. El embalse llegó pero el pueblo permaneció en pie. Diez años después de que el escritor aragonés falleciera, Lechago cumple con su propuesta y, desde el próximo 21 de agosto, este municipio turolense contará con su propia biblioteca bajo el agua.

Los miembros de la Asociación de Amigos de Lechago pensaron que el décimo aniversario era el mejor momento para darle forma a esta particular colección de libros. María Jesús Soriano, presidenta de la asociación, recuerda que este proyecto ya tuvo un precedente «con la primera biblioteca del pueblo, que lleva el nombre de Félix y se montó, a base de donaciones, un año después de su muerte». «Quisimos llevar a la práctica su sueño», señala Soriano, que puntualiza que la labor de difusión del tema corresponde a otro lechaguino ilustre, Luis Alegre.

«Se puso en contacto con muchos amigos y fue una sorpresa», rememora la presidenta de la asociación, indicando que a una semana de celebrarse el acto «tenemos más de 150 obras culturales para introducir en la biblioteca».

Este particular proyecto incluirá en su interior libros, películas, discos de música o esculturas, entre otras representaciones culturales. Todas estas aportaciones vienen dadas por diferentes amigos de Romeo, entre los que se incluyen el propio Luis Alegre, Antonio Resines, José Sacristán, David Trueba, Ángela y Ana Labordeta o Cristina Marín. «Podría nombrar gente hasta el infinito», bromea Soriano, contenta por la buena acogida de la iniciativa y el éxito seguro que se le augura. Cada una de las donaciones incluye una dedicatoria a la memoria del escritor y Soriano adelanta que «se juntarán y se publicarán en formato libro, para recordar una vez más la memoria de Félix». 

La biblioteca que Romeo imaginó hace años toma forma gracias a las manos del escultor aragonés José Azul, encargado de crear la pieza que albergará todos los objetos recibido. «Necesitaba hacer un recipiente estanco en el que cupieran todos los objetos», explica Azul, que se ha basado en un estilo steampunk para adornar la cápsula que se sumergirá.

Un trabajo que ha cambiado con el tiempo, debido «a la enorme cantidad de objetos que han llegado», y ha obligado al autor a «variar tres o cuatro veces el tamaño y el volumen de la escultura». En la última fase de creación, Azul se ha decantado por una vieja hormigonera, que será la base definitiva del proyecto: «Es una especie de escafandra y tiene adornos, como una azada del campo o algunas palabras. Parece un cohete que ha caído en el pueblo».

Aunque la propuesta es conocida como biblioteca sumergida o bajo el agua, José Azul ha preferido enfocarla de una forma diferente, a raíz de una anécdota con Romeo: «Estuvimos hablando de la creación de las bombas de racimo y salió la idea de una bomba de amor. Yo la llamo así, en recuerdo a Félix».

«Hemos planteado que la biblioteca sumergida funcione como una cápsula del tiempo», explica Soriano, que cree que en un futuro podría abrirse para ver cómo está en su interior. «Aunque dentro de cien años no estemos ninguno de los que estaremos en la presentación, tenemos que dejar por escrito que se busque de nuevo y se recupere», puntualiza Azul. Félix Romeo sigue muy vivo en Lechago, con un legado que busca la eternidad.