Tras haber disfrutado de su segunda novela, de reciente aparición, sentí curiosidad por la primera. Y creo que hacerme con ella ha sido una de las mejores decisiones que he tomado este verano. Se ha convertido, sin lugar a dudas, en uno de esos libros imprescindibles por la fuerza que el autor imprime a cada palabra y por la fuerza con la que el autor exprime cada emoción. Me estremezco cuando mi cabeza baraja la posibilidad de que también aquí pueda ser aplicado el consabido dicho de que la realidad supera con creces a la ficción. Porque no hay respiro en estos personajes demolidos por la vida que un director de recursos humanos busca rematar desde una altura que permite pisotear, que no pisar, a su libre albedrío.

Las entrevistas se suceden hasta derivar en un proceso de selección interminable en el que las cuestiones planteadas parecen formar parte de un siniestro y sórdido juego cuyas reglas fueron redactadas para que los escogidos yerren el tiro una y otra vez. Dichos protagonistas hablan para sí mismos más aún de lo que hablan para los demás, pues es en su interior donde habita la fiera que deben calmar antes de que el hambre la devore del todo y no haya vuelta atrás, aunque quizás ocurra, como muchos de ellos sienten y presienten, que ya no la hay.

Nueve personas que no son tratadas como personas componen un fresco que espeluzna y que nos obliga a los lectores a interrumpir la historia de vez en cuando para salir a respirar; no solo el aire está viciado. Nueve personas que no son tratadas como personas cuentan el cómo han llegado hasta allí, huyendo de una realidad que les tiene hundidos en la miseria; en todas las miserias. Nueve personas que no son tratadas como personas están perfectamente retratadas, en su manera de hablar y en su manera de callar, en sus reacciones, en sus temores, en sus miradas ausentes, con las que no es difícil tropezarse en cualquier página elegida al azar; es entonces el silencio el que impera.

Me encanta cómo Pedro Simón consigue en este Peligro de derrumbe, del que no parece fácil escapar dado que siempre los hay que gustan de tambalearlo todo moviendo solamente un dedo, hacer literatura con unos ingredientes que en apariencia requieren más de fondo que de forma. Pero hay un toque mágico en esta escritura, algo que excede los límites de lo convencional y que atrapa por la naturalidad con la que la narración fluye. En sus líneas proliferan los juegos que le dan al horror cierta musicalidad, que le ponen identidad al desgarro y que hacen de la crudeza una narración impecable. El conjunto funciona a la perfección.

Publicada por La Esfera de los libros, se trata de la primera novela de su autor, hecho que se convierte en un añadido que me deja boquiabierto. Hay minuciosidad, hay matices, hay sensaciones y hay un manejo de los diálogos que hace ya unos cuantos libros que no veía. También me han venido a la mente las figuras literarias, sí, aquellas que nos enseñaban en el colegio y que se convertían en recursos que enriquecían el texto, y que en estas páginas encajan como las piezas de un mecanismo de relojería que sabe mucho de exactitud y de precisión. Son elementos que nos obligan a continuar, a no desviar la atención, a experimentar lo que sienten los que han elegido vaciarse entre líneas. Es un libro que se lee rápido porque va al grano, ese que es apretado con delectación, sin introducciones redundantes ni descripciones innecesarias. Es como si desde el inicio se comprendiera que todos están desnudos, también el escritor, Pedro Simón, nombre y apellido que repito para que ambos queden bien aprendidos, pues intuyo que el proceso de creación y redacción tuvo que dejarle exhausto. Peligro de derrumbe tiene la virtud de descolocar porque, en efecto, la dinamita está colocada en su sitio y el edificio ha comenzado a agrietarse. Conocía que es una novela que retrata la crisis económica pero desconocía que son sus víctimas y sus verdugos los que alzan la voz. Ya sabía yo que este verano iba a aparecer una de esas historias que llegan y se quedan junto a mí, al ladito mismo. Y que ahí va a permanecer sólida y firme.