«Hablar de Roma —dirige la vista hacia los restos del anfiteatro— aquí en Roma… es un lujo para mí». El valenciano Santiago Posteguillo, uno de los grandes adalides de la novela histórica en España, ha conquistado esta mañana al público en el auditorio del Teatro Romano de Zaragoza. Ha venido para hablar de su trilogía de Trajano, pero también ha dado una lección sobre la Roma clásica, la literatura creativa, los procesos de escritura o los reparos de España para defender su propia historia. Incluso se ha confesado ante el público: «Aún me da miedo defraudar a los lectores. Y tras ganar el premio Planeta, ese vértigo se ha acrecentado mucho más».

El novelista y profesor valenciano ha centrado su charla en su emperador favorito, Trajano, a quien ha dedicado tres novelas, Los asesinos del emperador, Circo Máximo y La legión perdida. «Si quieres escribir un relato épico, necesitas mucho más espacio que un libro. Además, yo había tenido un gran éxito con la trilogía de Escipión y me aterraba que cualquier crítico pudiera minusvalorar mis siguientes novelas al compararlas con esa trilogía. Así que, para evitarlo, le dediqué a Trajano otra trilogía», ha explicado, ante las risas del público.

Posteguillo reconoce que el emperador de la Sevilla romana sufrió dos grandes estigmas en su época: ser homosexual, lo que hasta hace poco seguía manchando su imagen, y nacer en Hispania. Para la cultura occidental, incluida la española, Trajano pasó desapercibido durante siglos. «Si hubiera nacido en Londonium (Londres), por ejemplo, Russell Crowe y Brad Pitt se hubieran peleado por interpretarlo en el cine». 

Lo que le cautivó al novelista fue su ejemplaridad. Apostó por el bienestar social de su pueblo, diseñó un urbanismo moderno, con mejoras en el abastecimiento del agua, combatió, comió y durmió al lado de sus legionarios, y luchó con una firmeza insólita, «peligrosa para su integridad física», contra la corrupción. «Esos corruptos a los que él perseguía sí devolvían el dinero, no como los de ahora; sabían que, si no, les esperaba un foso de leones». Trajano tenía, en definitiva, auctoritas, «la autoridad que se gana por la forma de ser y de comportarse».

Culto, humilde y absoluto partidario de la célebre máxima «la mejor defensa es un buen ataque», la oscura relación que mantuvo con Adriano, su amante y sucesor en el trono de Roma, constituyó una sombra en su trayectoria. «Para hacernos una idea, yo con Trajano me iría a cenar, pero jamás con Adriano. Este era capaz de sacarle los ojos al criado que derramara un poco de vino sobre el mantel». Y si Adriano era un emperador horrible, «Domiciano aún era peor. Por no hablar de Valentiniano III, que era un imbécil», ha afirmado ante preguntas de la escritora y periodista María Zabay, que lo ha acompañado en la presentación.

Zabay le ha alentado a que hablara de su proceso creativo, de su literatura y de su método de trabajo. Posteguillo, que estudió Literatura Creativa en la Universidad de Denison (Estados Unidos) y Lingüística y Traducción en Gran Bretaña, ha destacado que los novelistas se dividen entre los que trabajan con brújula (tienen a sus personajes en mente, pero no siguen un trazado ya marcado) y «los que trabajan con mapa, como nos ocurre a los escritores de novela histórica, porque los personajes ya existen y la Historia también».

El autor de Yo, Julia (2018) se considera un trabajador muy estructurado. Primero, tiene que sentir admiración por un personaje, como Escipión, Trajano o Julia Domna; luego diseña un esquema de la novela, con los capítulos definidos, y solo entonces comienza a redactar. «La inspiración ya llegará cuando sea; lo importante es el trabajo constante». Posteguillo suele dedicar dos, tres o cuatro horas al día a una novela, además de un esquema del trabajo para el día siguiente.

Confiesa que le da miedo defraudar a los lectores, «sobre todo después de haber ganado un premio como el Planeta. Por eso nunca quiero cambiar nada y siempre mantengo la misma fórmula y el mismo estilo literarios».

Ahora vuelve a estar en ese vértigo de no defraudar a su público, ya que acaba de terminar una novela, de la que solo puede contar que va sobre la Roma clásica y sobre un personaje central. Y tras haber conquistado al público español y sudamericano, por primera vez va a ser traducido al inglés. «Los ingleses, como los franceses, saben vender muy bien su historia. Y todo lo malo que hicieron lo ocultan de maravilla. No digo que los españoles tengamos que hacer lo mismo, pero sí vender lo que hemos hecho bien en el pasado», ha recomendado.