Dulce Pontes, figura clave de la música portuguesa y exploradora de nuevos territorios sonoros en cada uno de sus proyectos, desembarca este jueves a las 19.30 horas en la sala Mozart. La artista lusa llega con 'Fascinação Tour', un espectáculo en el que rinde tributo a los que han sido algunos de sus principales referentes musicales a lo largo de sus 30 años de carrera: Ellis Regina, la cantante con la que más se identifica, Amália Rodrigues, su gran referente en el fado, y el compositor Ennio Morricone.

Además de las versiones de estos grandes músicos, Pontes también interpretará algunos de sus propios temas en un concierto en el que se rodeará de una banda de excepción: Yelsy Heredia (considerado el mejor contrabajo de su generación y colaborador habitual del gran Chucho Valdés), el portugués Luis Guerreiro, considerado una de las mejores guitarras portuguesas, y el también cubano Sergio Fernández (piano).

«No se me ocurría una mejor forma de homenajear a todos esos grandes artistas que encima de un escenario, que es lo que más me gusta hacer. A Ellis Regina, por ejemplo, la admiro desde pequeñita por cómo canta y por su musicalidad y personalidad», explica Pontes a este diario. De Amália Rodrigues dice que es la cantante de fados que más le ha inspirado y «una de las mejores voces del mundo», mientras que no encuentra elogios suficientes para definir a Morricone, uno de sus grandes amigos y maestros y con quien realizó por ejemplo el disco 'Focus' en 2003: «Para mí, poder aprender y compartir el escenario con él, ha sido una de las mayores bendiciones de mi vida».

En el concierto de este jueves, Pontes (Montijo, 1969) interpretará temas de todos estos artistas pero siempre bajo su propio barniz. Ése que ha impregnado toda su carrera desde hace 30 años y que le ha llevado a trascender la música portuguesa para convertirse en una artistas del mundo.

De hecho, Pontes, que se considera «fadista solo los lunes y viernes», nunca ha centrado su carrera en este género y pronto empezó a variar su estilo para hibridar esta tradición musical con las de otras latitudes, como la música búlgara o la árabe, una búsqueda que le ha dificultado aún más cada paso en su trayectoria.

Con todo, no hay que olvidar que su popularidad creció sobre todo en la década de los 90, cuando su actividad artística contribuyó al renacimiento del fado. Debido a ese afán por la experimentación se le considera una renovadora del género, aunque ella sigue insistiendo en que «el fado siempre será fado». «En mis primeros discos la apuesta por la tradición del género fue clara, pero luego empecé a dar rienda suelta a mi creatividad sin ningún miedo. Yo siempre he sido inconsciente en ese sentido y me encanta; de hecho es mi mejor característica. Inconsciente en el sentido de no perder la ilusión en lo que estoy haciendo. No de forma arrogante, sino como un niño que no deja de experimentar cosas nuevas», subraya.

Asegura que lo que más le sigue interesando es precisamente esa búsqueda por nuevas sonoridades. «Eso es lo que hace evolucionar a la música y cumplir su misión», indica Pontes, que asegura sentirse muy querida en España. «Es el público que me conoce más profundamente, sobre todo en mis últimos 15 años de carrera, porque ha visto crecer discos encima del escenario», destaca.

La artista portuguesa está últimando su próximo disco, que estará compuesto íntegramente por temas propios, y a medio plazo sueña con un proyecto en homenaje a Ellis Regina, si bien no hay nada avanzado.

Su último disco, 'Peregrinaçao' (2017), tardó ocho años en lanzarlo. Fue un álbum doble en portugués y en español en el que se internó en la cultura argentina, la música clásica y en temas de raíz, como 'La leyenda del tiempo', de Camarón de la Isla. De nuevo, su firme apuesta por la innovación y la experimentación.

Quizá por ello, durante su carrera se ha codeado con figuras tan importantes como Cesária Évora, José Carreras, Caetano Veloso o Marisa Monte, entre otros.

Para Pontes todo comenzó en el teatro y en televisión, haciendo comedia musical, y «con un anuncio en un periódico». En 1991 ganó el festival nacional de música de su país con su canción Lusitana Paixão, que la llevó a representar a Portugal en el Festival de Eurovisión y a obtener un meritorio octavo lugar.

A pesar de ello, las puertas de las discográficas no se abrieron de par en par para ella y hubo de esperar hasta su segundo disco, 'Lágrimas' (1993), para conocer el éxito, gracias especialmente a su versión del clásico 'Cançao do mar', por la que sigue sintiendo «el mismo cariño» que la primera vez que la escuchó, a los siete años y en la voz del brasileño Agostinho dos Santos.