El fuego puede tanto iluminar pasiones como consumir a quien se acerca demasiado a él. Por este filo ardiente transita la protagonista de La guardiana del fuego, un poemario de Mar Blanco Larrosa editado por Los Libros del Gato Negro, que no es otra que la pintora mexicana Frida Kahlo. Concebido como un drama en tres actos o, por emplear un símil más cercano a la pintura, en un tríptico en torno a su figura, el poemario recorre con sus versos una biografía no tanto apegada a acontecimientos reconocibles de la vida de la artista, sino a su mundo más interior, que precisamente fue el que reflejó sin pudor en sus cuadros.

No resulta para nada casual que la primera fecha anotada en el libro no sea la del nacimiento de Frida Kahlo sino el 17 de septiembre de 1925, día en el que sucedió el terrible accidente que la marcaría el resto de su vida. Ese momento supuso el comienzo de muchas agonías físicas para ella, pero también el inicio en firme de su carrera como pintora, en la que reflejaría bien esos dolores del cuerpo y del alma que caracterizan toda su trayectoria.

De la mujer a la vez fuerte y herida hasta el desgarro que fue Frida Kahlo se hacen eco los poemas de Mar Blanco, que en la segunda y más extensa parte de su poemario realiza casi un catálogo de pinturas de la artista mexicana, iluminadas por la luz indirecta de la poesía. En el apéndice del libro, además, la autora deja indicaciones de esas correspondencias entre poemas y cuadros, profundizando en el significado de pinturas y palabra.

Los cuatro breves poemas que se integran en la última parte del libro, titulada Silencio, parecen preparar e indicar esa salida que Frida Kahlo decía esperar alegre, y que conduce a una muerte en donde gira la luz, pero detrás de la cual queda también la presencia y el legado de una artista que supo vivir con igual intensidad los momentos dulces y los amargos, que a pesar de todos y de todo dejó escrito en su último cuadro «Viva la vida».