Han vuelto los conciertos sin restricciones y han vuelto las tradiciones, es decir, los silbidos cuando llega la supuesta hora de comienzo y no se mueve nada tras el escenario, los trajines de lado a lado del pabellón, las aglomeraciones en las primeras filas cercanas al escenario... y, también, cómo no, la locura colectiva cuando las luces se apagan y el concierto va a comenzar. Más cuando Robe Iniesta y su banda de músicos (la mejor de su historia, según explicaba el artista a este diario en una entrevista previa) contribuyen a la expectación apareciendo uno a uno de dentro del símbolo del último trabajo del extremeño. Robe le ha dado al público zaragozano lo que había ido a buscar al pabellón Príncipe Felipe en un concierto que se ha prolongado por encima de las dos horas y que, por supuesto, también ha tenido guiños a Extremoduro a pesar de toda la polémica que ha envuelto a su fallida gira de despedida.

A estas alturas, nadie duda ya de que Robe Iniesta es un artista singular y diferente, que no atiende a modas ni mucho menos a leyes. Y en directo tampoco iba a hacerlo. Por eso, ha comenzado por canciones largas haciendo, eso sí, una buena demostración de lo bien que suena la banda que ha montado, y, tampoco hay que obviarlo, haciendo concesiones al público ya que ha arrancado con una significativa Hoy al mundo renuncio para continuar con Guerrero y soltar ya su primer éxito de Extremoduro en el arranque inicial del concierto, Si te vas.

Para entonces, aunque apenas se llevaban 20 minutos de concierto, Robe ya había triunfado (si es que no lo había hecho antes teniendo en cuenta las filas que se formaron en torno al puesto de merchandising en el que por cierto triunfo, irónicamente, la mascarilla), y la realidad es que se mostraba más en forma que nunca sobre un escenario bien cubierto con un potente juego de luces y unos músicos que más allá de su buen hacer con los instrumentos mostraron una total sintonía con los temas que se estaban interpretando, algo que no siempre sucede. Ya pocas mascarillas se veían entre el público y Robe Iniesta ya había realizado su declaración de amor a los seguidores alegrándose de «verles de pie» y deseando que «disfrutaran del concierto». Algo que, sin duda, hicieron, a juzgar por la actitud que tomaron los espectadores (alrededor de 3.000) que demostraron que la nueva normalidad se está pareciendo cada vez más a la antigua y que ya había ganas de escuchar el rock de Robe... y el de Extremoduro. El pabellón Príncipe Felipe de la capital aragonesa ha sido el testigo del regreso por todo lo alto del extremeño a Zaragoza y, sobre todo, de que la música, una vez superado en principio lo peor de la pandemia, sigue siendo capaz de aunar a miles de personas en torno a un artista.