No se ha movido de Alagón, mantiene sus amigos de toda la vida y piensa en formar una familia en un futuro. Lucas Bernal, conocido artísticamente como Lionware, no cumple ninguno de los tópicos asociados a uno de los referentes nacionales en el género urbano. «Siempre he sido así y no quiero cambiar», asegura, con una media sonrisa, Bernal.

Desde su salto a la fama, en 2016, con el lanzamiento de No todo me duele hasta su reciente lanzamiento, Tú y yo, Bernal pasa muchas horas delante de un micrófono. «Comencé con un micro de 40 euros en un cuarto de la casa de mi abuela», recuerda el músico, más cómodo en la actualidad en su propio estudio. Aunque, por momentos, el nuevo micrófono y los altavoces pudiesen ser un problema: «Me mudé y calculé mal los gastos; durante unos meses me las vi duras para no tener que pedir ayuda». Con una situación mucho más favorable y creciendo a pasos agigantados en la industria musical, Bernal, como en todo momento, recuerda sus inicios: «Mi primer disco me encanta pero ojalá haberlo podido grabar en mejor calidad».

Alagón sigue siendo su casa y no parece que vaya a cambiar en los próximos años. «Tengo todo lo que necesito aquí y quiero demostrar que también se puede crecer desde un sitio como este», defiende Bernal, que prefiere seguir en casa a «arriesgarme a ir a Madrid y entrar en un círculo en el que me encuentre mucho menos cómodo».

El crecimiento de Lionware implica también una mayor exposición en los medios y en las redes sociales. «Cada día tienes decenas de mensajes y ya no puedes contestar a todos», cuenta Bernal, que aprecia, todavía, la fama: «Sigo flipando cada vez que una persona me pide una foto por la calle». Cuenta por miles sus seguidores en todas las plataformas y por cientos de miles las reproducciones de sus mejores canciones en las distintas aplicaciones de streaming.

Unas aplicaciones en las que ahora triunfa pero que, por momentos, también le sacaron de quicio: «Siempre tienes que estar pendiente del famoso algoritmo, que condiciona que tus nuevas canciones se le muestren a la gente». Pasado el tiempo, Bernal ya no se preocupa por lo que le respondan las plataformas, «porque solo miro las reproducciones y los compartidos el día del lanzamiento, para no volverme loco». «Intento que las redes y las plataformas no perturben mi estilo», asegura un Bernal que mantiene que lo más importante «es hacer lo que a mí me apetece en cada momento».

Un artista emergente del siglo XXI se ve obligado a entrar en varios campos: comunicación, redes sociales y merchandising también son tareas diarias de Bernal. «Al final, te comes la parte artística y una pequeña parte de empresario», lamenta el joven aragonés, que sí que afirma que «llegué a colapsar cuando se me acumularon muchas cosas». Su línea de ropa, su imagen artística y sus redes sociales son elementos «que cuido porque trato con mucho mimo» pero que, por el contrario, no le quitan el sueño: «Todos diremos una gilipollez en algún momento, por lo que no me puedo preocupar por cada mensaje que pongo en redes».

Cuando Lionware se convierte en Lucas Bernal, aparece su otra faceta: «Mi nombre se compone de Lion, en recuerdo a mis rastas; y en Ware, por mi trabajo como programador». Porque lejos del micrófono, Bernal tiene un trabajo más: «Curro en Alagón como programador informático y también me gusta». Un trabajo estable, que le asegura un sueldo a final de mes y que no le hace depender del número de reproducciones. «Mi trabajo me da la libertad de poder hacer lo que me dé la gana, sin necesitar adaptarme a las modas o a las peticiones del público», sentencia un Bernal que sacrifica sus vacaciones para cumplir su sueño artístico: «Los días libres como programador los utilizo para programar mis conciertos o hacer sesiones intensas de grabación».

El futuro no le da miedo: «Tengo ganas de volver a hacer conciertos con la gente en pie y tengo muchas canciones preparadas». Bernal siempre piensa en cómo crecer en la música pero sin olvidar de dónde viene. Se ha mudado pero sigue viviendo en Alagón, sus amigos, aunque le llamen Lionware, siguen viendo los mismos; y la familia sigue siendo fundamental en su vida. «No me parece mal ser una rara avis».