Montserrat Iglesias asegura que escribe desde que puede sujetar el lápiz. Unos cuantos años después de sus primeras letras sobre un folio, esta profesora madrileña publica La marca del agua (Lumen), una novela que refleja, desde la ficción, el drama que sufrieron los habitantes de esos pueblos sumergidos por la construcción de pantanos.

«Quise contar esta historia a los 16 años, al poco de morir mi abuelo», cuenta Iglesias, que ya pensó en un cuento sobre esta temática hace un par de décadas: «Solo he podido escribirlo cuando me he separado de la realidad y he viajado al terreno de la ficción». Porque Linares del Arroyo, el pueblo que tuvo que abandonar su familia, y Marcos, el protagonista, son la inspiración de La marca del agua. La autora insiste en que todo lo relatado en la novela es ficción.

El libro con el que Iglesias debuta en el género de la novela –antes escribió cuentos y novela corta– es según la escritora «una de las primeras novelas que refleja a un personaje que sufrió la desaparición de su pueblo». Porque la autora considera que, antes, «solo nos habíamos fijado en este suceso como testigos, observando desde fuera esa realidad». El silencio ha sido, históricamente, uno de los grandes problemas de la construcción de estos pantanos: «Mi generación, que ya tiene una formación mayor que la de nuestros antepasados, ya se atreve a escribir y a contar lo que sucedió, porque necesitamos saber la historia de nuestros antecesores». Iglesias, que trabajó durante un tiempo en los medios de comunicación, también achaca a estos la falta de reconocimiento popular del caso: «Gente que sufrió esta problemática cuentan que la notica era la última de los periódicos, tratada siempre con poca importancia».

Aunque La marca del agua no pretende dar lecciones ni tiene un fondo moralizante, Iglesias reivindica que «muchas personas se sacrificaron por el bien de las generaciones que venían después». «Este libro es un gesto que no significa mucho, pero sirve para recordar todo lo que estas personas pasaron», sentencia la escritora madrileña. El retrato de este suceso no es, sin embargo, una historia de enfrentamientos: «No es una obra de buenos y malos, porque hay que entender que todo tiene matices».

El drama de los pantanos en España ha pasado algo desapercibido con el paso de los años, pero une a más personas de las que se cree, ya que Iglesias asevera que «todos tenemos a algún familiar, a algún amigo o algún conocido con relación directa con los pueblos sumergidos o con los pueblos de colonización creados como resultado». Como ejemplo, la escritora narra su experiencia en las distintas presentaciones: «Mucha gente asegura que he utilizado la historia de su familia, porque se reconocen en la novela. Significa que algo he hecho bien».

Iglesias presentó el pasado martes en la librería Cálamo de Zaragoza una novela lenta, porque narra «un viaje en carro, un vehículo que no está hecho para correr». En una sociedad acostumbrada a los vídeos de pocos segundos y a las narrativas a toda velocidad, Iglesias emerge con un texto que «nació sin pensar una fórmula para asegurar las ventas». «Quizá voy a contracorriente, pero no me importa lo más mínimo», defiende la escritora.

Aunque la autora considera que su libro está destinado a «un público adulto, a partir de los 18 años», ve en los más jóvenes a un grupo que puede sentirse atraído por La marca del agua. «Este libro puede ser un asidero para todos esos jóvenes que hoy buscan sus raíces y quieren conocer sus orígenes», opina Iglesias, que ve que en la actual sociedad faltan referentes culturales y sociales: «En la novela encontrarán un sentimiento de identificación que les puede ayudar a crear comunidad».

La marca del agua es la historia de pueblos que fueron y que ya no son, una llamada a las nuevas generaciones para investigar lo que le ocurrió a sus antepasados. Una historia que se puede descubrir con la lectura: «No puedes sumergirte en el texto si estás pendiente de las mil notificaciones que suenan en tu teléfono. En la literatura podemos vivir más que en la propia vida».