Se acerca el final del año y, aunque haya sido uno tan raro como este que cerramos (el segundo pandémico por encontrar una definición), la tradición manda y todos los premios, especialmente los del cine, van tomando sus posiciones. Esta misma semana se han conocido las nominaciones a los Forqué (los premios de los productores) con la presencia de tres candidaturas aragonesas. Por un lado, la de los dos documentales Héroes. Silencio y rock & roll (dirigido por Alexis Morante pero con el sello de Miguel Ángel Lamata y Raúl García-Medrano en la producción) y Buñuel, un cineasta surrealista, de Javier Espada, uno de los mayores expertos en el calandino, que ya había conseguido estrenar la cinta en el prestigioso Festival de Cannes. Por otro, también ha sido nominada en la categoría de series Historias para no dormir, cuyo uno de los capítulos ha sido dirigido por la zaragozana Paula Ortiz que vuelve a la rueda de los galardones después de sus exitosas De tu ventana a la mía y La novia.

A priori, y tan mal acostumbrados como estamos sobre todo después del último año glorioso de Las niñas, con Pilar Palomero, parece una cosecha escasa, pero conviene no olvidar que no hace tantos años conseguir una sola presencia aragonesa en las nominaciones audiovisuales era la noticia en sí. Ahora mismo, lo digo sin miedo a equivocarme, se puede decir que el talento audiovisual aragonés es el mejor de la historia y también ha mejorado en cierta medida el acceso a poder realizar un largometraje. Sin embargo, no conviene obviar porque no se sería justo ni con los propios talentos ni con la sociedad en la que vivimos, que la industria audiovisual aragonesa está muy lejos de poder ser competitiva ni por asomos con las que se pueden encontrar en otras zonas del país. La consecuencia es un tema ya muy manido, la necesidad de tener que buscar, al menos, financiación fuera de la comunidad para poder hacer una película con unos parámetros presupuestarios con aspiraciones reales.

Pero queriendo dejar constancia de ese hecho, que creo que a estas alturas está más o menos claro por parte de todos los afectados sin solución real cercana visto lo visto, sí creo que es justo poner en valor las tres producciones que, de momento, han recibido un primer reconocimiento de los productores (está por ver si los Goya y los Feroz también apuestan por estos trabajos).

El documental sobre Héroes del silencio es probablemente la producción que muchos directores hubieran querido poder hacer y el resultado, si bien se queda a medio camino en cuanto a revelaciones a pesar de que hayan pasado tantos años, es un documental con ritmo que es, sobre todo, una demostración de amor por una forma de hacer las cosas en la música y una historia de una ruptura que tenía demasiada oscuridad entre sus seguidores. Un trabajo que llega y que, sobre todo, cuenta con el aval de haber sido un torrente entre millones de espectadores.

De Javier Espada a estas alturas poco más se puede decir. En cuanto a Buñuel, un cineasta surrealista es un bonito trabajo en el que, entre otras cosas, se deja constancia de la influencia que tuvo Calanda y Aragón en los trabajos de un cineasta calandino que, nunca (y no es por hacer comparaciones más o menos odiosas), renegó de sus orígenes. Fue bien recibida en Cannes y desde su modestia ya se ha hecho con un hueco en la fiesta de los productores.

Por último, Historias para no dormir es historia viva de la televisión y en esta revisión, Paula Ortiz ha construido un capítulo que tiene todo lo que debe tener el terror. Permítanme que no desvele mucho más