ZARAGOZA JAZZ FESTIVAL
Parlanchines, profesionales y canónicos
Black Art Jazz Collective celebró un comedido concierto el pasado sábado en el Auditorio

Black Art Jazz Collective transitó por todo su repertorio en el Auditorio de Zaragoza. / JAIME GALINDO

Tras el soberbio colocón de música sin límites que ofreció el viernes Ambrose Akinmusire, el Zaragoza Jazz Festival recibió el sábado a Black Art Jazz Collective, quinteto norteamericano nacido en 2012 cuyo repertorio se inspira en ese periodo transicional que en los años 60 se conoció como post-bop. Wayne Scoffery (saxo), Jeremy Pelt (trompeta), James Burton III (trombón), Victor Gould (piano), Rahsaan Carter (contrabajo) y Mark Withfield Jr. (batería) configuran esta formación rigurosamente profesional, pero algo encorsetada en los patrones sonoros que sirven de referencia a sus propias composiciones.
Así las cosas, salvo en las contadas ocasiones en las que el grupo se soltó el pelo, el grueso del programa discurrió entre el virtuosismo y un soportable pero no emocionante dèjá vu. Funcionaron bien los intercambios instrumentales entre saxo, trombón y trompeta, el intento del piano por transitar vagamente por carreteras secundarias con buenas vistas, y la descarga de energía del baterista, un tirillas vigoroso del que nadie habría dicho que tuviera tamaña pegada. Sobraron los largos parlamentos entre piezas a los que nos sometieron Scoffery y Pelt, prolijas e innecesarias explicaciones sobre las canciones y sus orígenes, aderezadas con una pizca de Historia y Sociología.
En el programa destacaron las interpretaciones de No Words Needed y For Kids, piezas pertenecientes a Ascension, el disco más reciente de la formación. También sonaron la pieza que titula el álbum, Mr. Willis e Involuntary Servitude, junto a composiciones más antiguas como Twin Towers, Awuraa Amma y Devil Eyes.
Atrapado en un canon muy bien interpretado pero escasamente excitante, Black Art Jazz Collective no logró que durante su concierto nos olvidásemos temporalmente de la arrebatadora vela de Akinmusire. Como diría la difunta Rafaela Carrá: “Bueno, esto es lo que hay”.
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