Ha sido una mañana especial en el Auditorio de Zaragoza y el público lo sabía. La entrada de decenas de niños, al compás de los primeros acordes de la orquesta Jazz for Kids, en la sala Luis Galve ha atestiguado que la jornada del domingo iba a ser diferente en el recinto zaragozano.

No han sido pocas las familias que han confiado a Dani Escolano y a su orquesta el entretenimiento de su mañana de domingo. Con todas las entradas agotadas, y tras el éxito cosechado en la jornada del sábado, la joven agrupación, compuesta por aragoneses de entre 10 y 18 años, ha deslumbrado a un público dispuesto a todo. Con las butacas llenas y las ganas por todo lo alto, ha arrancado un concierto de algo más de una hora que ha hecho viajar a grandes y pequeños por los grandes artistas afroamericanos del último siglo.

Black music ha sido la propuesta elegida por Jazz for Kids en su quinta aparición en el festival dedicado a este género en Zaragoza. A caballo entre un concierto convencional y una intensa clase magistral, el espectáculo ha hecho disfrutar al joven público mientras, niños y grandes, han conocido los entresijos del jazz y los orígenes del género.

Escolano ha insistido al comienzo del concierto en explicar cada una de las partes del programa: qué escondía cada canción, en qué instrumento debían fijarse o qué estilos iban a recorrer durante los siguientes 60 minutos. Unas cortas lecciones que han convertido la sala Luis Galve en una improvisada aula y que ha provocado que hayan sido los pequeños quienes pedían silencio a sus padres.

El director ha detallado que Black music era un concierto novedoso inspirado en aquellos artistas que habían bebido de muchos géneros para crear sus composiciones más reconocidas. Unas canciones que, debido a su versatilidad, han dejado que todos los artistas hayan tenido su momento de gloria: algunos más nerviosos, ninguno cayendo en el fallo, casi todos los jóvenes intérpretes han desfilado en los micrófonos delanteros para demostrar a los asistentes que todos los instrumentos –y todos los artistas– pueden asumir el riesgo de enfrentar un solo ante un anfiteatro lleno y deseoso de aplaudir.

Cuando han llegado las canciones más populares, el público ya estaba listo para todo. Los adultos han grabado con sus teléfonos el primer concierto de jazz de sus retoños y los más pequeños se han atrevido, desde las sillas, a imitar a los trompetistas, la baterista, el pianista o los saxofonistas. Escolano, atento, ha advertido que lo que comienza en las butacas se traslada al escenario: «Muchos de los chicos que hoy están tocando estuvieron antes en esos asientos».

María Corvinos, saxo alto y cantante, cumplió con la complicada tarea de dar voz a las composiciones. La primera, It´s a Man´s Man´s Man´s World, de James Brown, ha sido el comienzo de un recorrido que ha pasado por el Ain´t No Mountain Enough de Marvin Gaye y I want you back, de los Jackson Five. Tres famosas composiciones en los que las palmas, los pisotones contra el suelo y algunos bailes han animado un concierto que se ha acercado más a una fiesta que a los limitados espectáculos celebrados en la pandemia.

Con invasión de escenario incluida –el hijo de Dani Escolano ha subido a ayudar a su padre en un par de canciones–, el concierto ha llegado a su fin, no sin dar el último giro al género. Jazz for Kids ha abandonado la pureza estadounidense para mezclarse con ritmos más latinos, en un alegato por que «el jazz se encuentra en todo el mundo y no siempre se hace en inglés». Soledad y el mar, de Natalia Lafourcade, ha puesto el punto final a un espectáculo fabuloso.

Mayores y pequeños han despedido con una gran ovación al futuro del jazz aragonés, que han mostrado que la música de la comunidad está en buenas manos. Por quinto año, Jazz for Kids ha deleitado a su público en el Festival de Jazz de Zaragoza.

«Si todo el mundo supiera cómo es el mundo del jazz, se nos acabaría el chollo», ha sentenciado Escolano. Que se enteren todos los que quieran, pero que la música no pare.