Cuentan los que estuvieron con él en su visita a Aragón del 2006 que no dejaba de tomar notas con su libreta como un eterno aprendiz aunque por aquel entonces ya era un escritor de mucho renombre y un auténtico best seller. Aunque ya había estado en la Feria del libro de Zaragoza en el 2000, fue seis años después cuando realizó su viaje más largo por la comunidad. Acudió a la capital aragonesa pare recoger el premio de Honor de novela histórica Ciudad de Zaragoza y aprovechó su estancia para recorrer diferentes lugares.

Así lo recuerda el que entonces era coordinador de aquel galardón y que fue su acompañante durante casi todos esos días, el también escritor y periodista Juan Bolea: “Era un hombre de una calidad humana extraordinaria que nunca perdía su elegancia y sencillez. Tenía mucha curiosidad, de ahí que no dejara su libreta, muy trabajador y franciscano en sus hábitos. No se le había subido el éxito a la cabeza”, rememora Juan Bolea que fue uno de los que le acompañó en aquel 2006 a conocer las bodegas de Cariñena: “Estaba muy interesado porque estaba trabajando en su novela La bodega y quería documentarse bien”, empieza a narrar Bolea, que continúa: “Preguntó sobre la epidemia de la filoxera del siglo XIX que provocó que se exportaran muchas uvas españolas a Burdeos con un tren especial y en Cariñena le explicaron, además, el proceso de fabricación. Todo desembocó en La bodega en el que nos agradeció a muchos de los que allí estuvimos ese evento”.

Gordon, que situó en Aragón buena parte de las tramas de sus novelas como El último judío, era un hombre familiar y acudió acompañado de su familia y, aunque sabía “un poquito de español” se comunicó en inglés. Una de las cosas que quizá más se desconoce es que Gordon tenía relación con Aragón ya que uno de sus hijos, Michael Gordon, está casado con una catalana de origen aragonés y reside en Barcelona.

Bolea recuerda anécdotas incluso graciosas de aquel viaje como cuando le invitó a cenar en su casa con toda su familia y cuando ya le llevaba camino de la misma se percató en un pequeño detalle: “Habíamos preparado una cena con productos aragoneses obviamente, pero me di cuenta de que era judío practicante y no come cerdo… Tuve que llamar corriendo a mi mujer a ver qué le dábamos de cenar”, bromea Juan Bolea, que guarda del escritor un gran recuerdo ya que aquel encuentro en 2006 (luego se vería con él en otras ocasiones, la mayoría de ellas ya en Barcelona) le sirvió para tener “unas conversaciones muy interesantes con él. Hablamos mucho sobre la técnica de la novela de El médico, de cómo la había estructurado. Imagínate lo que eso supone para cualquier escritor…”.

En aquel viaje en 2006 a Zaragoza, que también le sirvió para encontrarse con sus lectores (cientos de ellas guardaron fila para verlo) en la Feria del libro de aquel año, también realizó una visita al Instituto de Medicina Legal de Zaragoza: “Les organicé un encuentro a un grupo de autores con los forenses para que les explicaran cómo se trabajaba y las claves de los laboratorios. Él salió muy contento de aquella visita”.

Era la segunda edición del premio de novela histórica Ciudad de Zaragoza pero de todas las que se celebraron se recuerda con especial cariño el discurso de Noah Gordon en el Salón de plenos del Ayuntamiento de Zaragoza aquel año: “Realizó un gran discurso sobre la novela histórica”, recuerda Juan Bolea. En él, el estadounidense defendió que escribía sobre “la historia de la humanidad porque revela a los seres humanos como miembros de una especie superior e innovadora pero, al mismo tiempo, como unos idiotas capaces de cometer los mimos terribles errores siglo tras siglo, una y otra vez”.