Vetusta Morla publica este viernes su sexto disco de estudio, Cable a tierra, con el que se aproximan al folclore abordándolo desde la perspectiva del siglo XXI y manteniendo el sonido Vetusta Morla. Uno de sus guitarristas, Juanma Latorre, desgrana este nuevo trabajo. 

–¿Necesitaban echar un ‘Cable a tierra’?

–Yo creo que sí, lo necesitábamos como músicos y casi como personas. Hemos viviendo tiempos de mucha incertidumbre y difíciles, y en esos tiempos que parece que no se mueve la tierra, es como cuando pega un frenazo el metro y buscas un asidero para agarrarte. Cuando nos hemos enfrentado a esta situación, nos hemos dado cuenta de que había algunos anclajes donde agarrarse que quizá no eran tan seguros. Y en esos vacíos, determinadas músicas de raíz o folclóricas han llenado ese hueco, han constituido ese cable a tierra desde el punto de vista cultural y musical. Aunque, como te digo, no solamente con respecto a la música sino también es una cuestión vital y social. 

–Los clásicos siempre decían que la solución está en la raíz, ¿cree que lo habíamos olvidado en este mundo tan efímero?

–Vivíamos en un mundo que se movía muy rápido y que era muy excitante. De hecho, hay muchas cosas que echamos de menos de aquello y estamos deseando que termine todo para poder recuperarlos pero también es cierto que nos habían privado de una mirada cercana, local, familiar, del barrio y de la tribu que hemos redescubierto en los últimos meses. 

«Queríamos que todas las canciones fueran interpretables con un pandero y una voz»

–En ‘Cable a tierra’ apuestan directamente por aproximarse al folclore, ¿tenían claro el camino?

–Es algo con lo que venimos flirteando desde hace tiempo. Incluso en canciones muy primigenias de Vetusta había coqueteos y desde hace ya algunos años estábamos interesados en géneros populares, en instrumentación folclórica, siempre desde nuestra perspectiva. No es un disco del Nuevo mester de juglaría, para nosotros lo folclórico y lo tradicional es un enfoque, un color y un aroma que nos ha servido para renovar nuestra música y explorar determinados conceptos pero sigue siendo un disco de Vetusta. Simplemente hemos exagerado una atracción que tenemos desde hace tiempo hacia la música de raíz tanto española como de América Latina. 

–La primera escucha del disco me ha llevado directamente a la idea de celebración.

–Hay una idea que siempre se nos venía a la cabeza cuando pensábamos en este álbum que era la de la verbena, de la fiesta de pueblo. Esa celebración en la que nos alegramos de estar juntos, estar aquí y ser una comunidad. 

–¿Es el álbum más cantable que han hecho?

–Bueno, sí, por lo menos ha sido compuesto pensando en acercarnos a que todas las canciones sean interpretables con un pandero y una voz por decirlo así. El ritmo básico y la melodía de la voz han conducido todo con la letra. Son canciones en general cortas con pocos pasajes instrumentales donde casi todo el peso narrativo lo van llevando la voz y el ritmo. En ese sentido, son canciones muy de raíz y muy populares que son sus dos elementos más característicos junto a la melodía. 

–Vetusta Morla es cierto que siempre ha llegado a varias generaciones pero, ¿sienten que con la canción popular van a llegar todavía a más público?

–Creo que el interés por la canción popular es algo que está rebasando todo tipo de fronteras generacionales en este momento. Hay un revival de lo folclórico que es muy aceptado y viene a hacernos pensar que ese huequito en el alma que nosotros sentíamos no es solo cosa nuestra. Y creo por eso hay tantas propuestas interesantes de renovación de lo folclórico y de uso de la idea de canción popular en pleno siglo XXI. 

«Tenemos la suerte de haber llegado a la música desde su parte más esencial que es como arte»

–Para este disco han probado instrumentos nuevos facilitados por luthiers actualizados al siglo XXI, ¿cómo ha sido esa experiencia?

–Para nosotros es una aventura, nos sentimos como un explorador entrando en la selva. Hay que decir que nosotros no somos virtuosos de los instrumentos que tocamos, nuestra fuerza como músicos no está en la presunción técnica sino en el uso creativo que hacemos de los instrumentos y por lo tanto, para nosotros aprender a tocar nuevos instrumentos es abrirnos a un mundo lleno de posibilidades. Sabemos que no tocaremos ningún instrumento a un nivel en el que seamos los números uno de la guitarra, del pandero cuadrado… pero sí tenemos esa fuerza y esa capacidad para convertir esos nuevos estímulos en algo creativo y en canciones. Esta nueva instrumentación ha sido una alegría tras otra y colores nuevos para nuestra paleta. 

–Si de algo pueden presumir es de tener su libertad creativa intacta, ¿les ha costado mucho trabajo?

–Tenemos la gran fortuna de poder ser radicalmente independientes en la parte de la creación artística. Probablemente tiene que ver por cómo se desarrolló nuestra carrera que fue a lo largo de muchos años y con una identidad musical cocinada muy a fuego lento. Y también porque nosotros le tenemos un grandísimo respeto a la música como expresión humana, del sentimiento humano. Luego la música se ha convertido en muchas otras cosas. No somos inocentes ni ingenuos, sabemos que la música también es un bien de consumo y un símbolo de estatus, pero nosotros tenemos la suerte de haber llegado a la música desde su parte más esencial que es como arte y sobre todo como medio de expresión. La hemos practicado así durante mucho tiempo en la sombra y por lo tanto ya no nos podemos separar de esa visión. Solo sabemos hacerlo así, no tiene ningún mérito, no sabemos enfocarlo de otra manera. 

–En un mundo tan rápido y efímero como hablábamos antes, sacar un album empieza a ser algo hasta extraño...

–Para nosotros sigue siendo importante porque pensamos que el formato físico y el vinilo particularmente, le añade a la música una sensación de ritual, de darle importancia al hecho de escucharla y es un concepto muy presente en Cable a tierra. Los rituales son importantes para el ser humano, hay ciertos procesos y momentos en los que merece la pena detenerse, darles importancia y compartirlos con las personas que tenemos alrededor, con las que amamos y nos sustentan. Y hoy en día pasa todo muy rápido, no nos quedamos con nada, cuesta absorber algo pero ya desde un punto de vista atencional. Pienso que eso nos hace perdernos ciertas cosas de la existencia humana y nos hacer pasar por ella muy de puntillas y hay cosas que merecen la pena agarrarlas, exprimirlas y vivirlas intensamente. En ese sentido, los rituales nos ayudan a sacar algo de la cotidianidad excesiva. Y poner música en un formato físico ayuda un poco más que el formato digital, que por otra parte amamos y creemos que es conveniente.  

–Aunque han sido una de las pocas bandas que han ofrecido conciertos en los últimos meses a pesar de la pandemia, ¿tienen ganas de volver a la carretera con este trabajo?

–Para nosotros compartir las canciones en el escenario es fundamental, es otro ritual importantísimos, es una verbena y es parte de nuestra vida. El contacto con las personas, el compartir la música es una parte esencial de la vida. La pandemia nos ha relegado a cierto aislamiento y ha acelerado ciertos procesos que ya existían. A veces utilizamos la tecnología para aislarnos y no para conectarnos. Para nosotros, interpretar la música en directo todos juntos, rozándonos, restregándonos y hacer de eso una verbena y un ritual es parte de la vida que conocemos y estamos deseando recuperarlo. 

–Cada vez es más complicado encontrar una banda de música que se mantenga unida casi desde el principio...

–En el mundo de la música es una cosa extraña el propio hecho de que haya una banda. Creo que lo más importante es siempre compartir una ilusión, hacer las cosas porque te hace ilusión no porque convengan a ningún proceso ajeno a la propia música. Luego hay más cosas, aprender a respetarse y a convivir que es complicado porque esto es un matrimonio de seis. Pero creo que la ilusión de hacer música por encima de todas las cosas es el principal pegamento.