Rodrigo Cortés controla todo. Interrumpe una respuesta para preguntar por el nivel del sonido de la película y pedir que lo ajusten a la medida exacta. «Es lo que me toca hoy», ha justificado el cineasta, que ayer presentó en los cines Palafox El amor en su lugar, su última producción, ante más de 300 asistentes.

Inmerso en una vorágine de entrevistas y presentaciones, «un proceso agotador pero por las mejores razones», Cortés ha conseguido explicar qué hay detrás de su última película: «Me llegó el primer borrador de David Safier, en el que contaba esta historia de unos actores en el gueto de Varsovia, que representan una obra de teatro mientras toman una decisión de vida o muerte». Cortés, que también participa en la película como guionista, centró su investigación en documentos originales escritos dentro del gueto, «porque la Segunda Guerra Mundial se ha limpiado mucho».

«Tienes que entender mucho ese mundo para ser capaz de introducir algo nuevo en los personajes», ha explicado Cortés, que ha aprovechado todo ese estudio previo para «sembrar la película con determinados matices».

En la presentación, y salvando las distancias, el cineasta ha recordado que en la actualidad la cultura también se hace en un contexto complicado. «Lo más importante es que no te flipes, porque al final solo estás haciendo una película», ha bromeado el director, que encuentra en esta información el razonamiento de su último filme: «No hay ninguna misión sagrada, porque la razón principal por la que los actores hacen la película es por ellos mismos». No teme el director de Buried a la creación cultural en circunstancias complicadas, porque para el gallego «el estado natural de una película es que no exista». «La improbabilidad de que una película salga hacia delante exige que se alineen muchos planetas», ha asegurado el cineasta.

En el caso de El amor en su lugar, el universo ha respondido a la llamada y el producto ha llegado a buen puerto. Aunque no sin atravesar sus dificultades: «A los actores se les ha pedido mucho, pero he encontrado un grupo que cada día iba a trabajar con muchas ganas». La dureza y las complicaciones del rodaje también se notaron en el apartado musical, «porque no se usa playback y en cada una de sus canciones tienen que hacerlo a la perfección». La interpretación, capitaneada por Clara Rugaard y Ferdia Walsh-Peelo, obligó a los actores a vivir una doble realidad: «Ellos tenían que interpretar a una persona tras el telón o en los pasillos del teatro, pero en el escenario tienen que mostrar toda la lucidez del personaje, para que lo disfrute el público».

El teatro se graba de una forma muy poco teatral, con la cámara adoptando posiciones privilegiadas

Rodrigo Cortés

El otro protagonista de la película es el teatro. «Casi todo el tiempo de ensayos se utilizó en preparar la obra, al puro estilo del teatro», ha relatado Cortés, que ha defendido que El amor en su lugar es «una película pura»: «El teatro se graba de una forma muy poco teatral, con una progresión, pasando de la visión del espectador a una posición en la que la cámara adopta posiciones privilegiadas».

Aunque se enmarque en los géneros del drama y de la comedia musical –por la obra representada–, la producción de Cortés también deja espacio para la reflexión, sobre todo en torno al amor. «En la película se plantea el debate entre amar o ser amado», ha presentado Cortés, que ha asegurado que el amor siempre se basa en «cuánto se está dispuesto a sacrificar por la otra persona». El sacrificio parece chocar con la felicidad, pero para el cineasta «el amor no siempre es feliz», pero sí que se puede demostrar con según que acciones: «El amor es verdadero cuando, al llegar las situaciones complicadas, uno se pone en segundo lugar».

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Dos nominaciones a los Goya y tres a los Feroz parecen presagiar un futuro exitoso a El amor en su lugar, que llegará a los cines este viernes. Unos premios que, se consigan o no, no alertan a un director que opinaba que «la película es igual de buena o de mala antes del premio, durante la gala o al día siguiente».

Referente nacional en el cine, pionero en el podcast con Todopoderosos o Aquí hay dragones y un exitoso estreno en la literatura, con Los años extraordinarios (Literatura Random House), marcan el dulce momento que atraviesa Rodrigo Cortés. «Demuestra que todas las cosas que hago mal, no las hago en público», ha reído Cortés: «Es una situación engañosa y que debe ser así, pero uno sabe todo lo que ha costado poner cada ladrillo».