Aragón no ha interrumpido su actividad arqueológica durante la pandemia del covid-19 y ha desarrollado en los dos últimos años más de setenta intervenciones que demuestran, como manifiesta a Efe el arqueólogo y antropólogo José Ignacio Lizalde, que la situación que vive la comunidad respecto de su patrimonio es «envidiable» frente a otras regiones españolas. «La arqueología no se ha parado», afirma Lizalde, quien asegura que ha influido que los municipios aragoneses hayan tomado una mayor conciencia acerca de «su responsabilidad en el patrimonio», además de los fondos procedentes del Gobierno central y del de Aragón en relación a la memoria democrática.

El próximo Congreso de Arqueología y Patrimonio Aragonés (CAPA), que se llevará a cabo en Zaragoza el 10 y 11 de diciembre, recoge más de 70 intervenciones que se han desarrollado en la comunidad durante estos dos últimos años. Entre ellos, se presentarán los resultados obtenidos durante la primera campaña con finalidad científica que se ha llevado a cabo en el yacimiento de Aratis en Aranda del Moncayo (Zaragoza), ya que las excavaciones previas desarrolladas en la zona tenían fines periciales con el objetivo de evaluar el daño que había sufrido el territorio como consecuencia del expolio que se llevó a cabo entre finales de los años 80 del siglo pasado y el año 2013.

Este trabajo arqueológico, dirigido por Gloria Pérez, Francisco Javier Gutiérrez y Marta Chorda, según explica Chorda, se ha centrado en limpiar los sectores más monumentales del enclave y de situar Aratis en «su contexto inmediato». Además, durante los dos meses que ha durado la campaña, han encuestado a los vecinos de la zona acerca de otros posibles enclaves para obtener datos que pudiesen explicar mejor cuál ha sido la evolución de ese enclave no como un lugar aislado, sino implicado en el territorio. «Muchas veces la gente del territorio es la que tiene el conocimiento de las cosas, aunque no lo sabe interpretar», afirma Chorda, quien agrega que tanto los habitantes del pueblo como el ayuntamiento se han volcado con el proyecto.

Otro de los proyectos arqueológicos que también se va a presentar en el marco del congreso son los avances que ha habido en relación con la villa tardorromana de La Malena, ubicada en la localidad zaragozana de Azuara, durante la última campaña de excavación llevada a cabo en el año 2020. No obstante, en este yacimiento las excavaciones ya comenzaron en diciembre de 1986 y duraron hasta 1994, posteriormente se llevaron a cabo diversas intervenciones puntuales y, una vez aprobado el proyecto de intervención, los trabajos arqueológicos continuaron entre 2018 y 2020.

Este proyecto, también financiado por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón, está dirigido por José Francisco Casabona bajo la dirección científica de José Ignacio Royo. Royo cuenta que en estos momentos ya tienen elementos suficientes para poder, de alguna manera, «datar las diferentes fases de la construcción» de la villa, en función tanto de los materiales que se utilizaron como de los distintos modelos constructivos.

En esta línea, explica que se han detectado hasta cuatro fases de construcción distintas y que durante una de ellas, la más antigua comprendida entre los siglos I y III, se utilizó como una villa de producción agropecuaria. Durante la excavación de 2020 en el ala este de la villa han aparecido una serie de estancias, todas ellas del mismo tamaño, que modifican la planta de esa ala y que, según Royo, se abandonaron en pleno proceso de reforma y se han descubierto «tal y como las dejaron abandonadas» en la época tardorromana.

Respecto a la intervención en el patio o peristilo de la villa, se han encontrado tambores de columnas y se han dado cuenta de que solo tres sectores del mismo tenían columnata, mientras que la parte sur, la zona más fría, estaba cerrada con un muro, lo que según explica Royo, era una forma de evitar que el frío entrase a las habitaciones. El objetivo futuro, y en el que ya se está trabajando, es el de «convertir la villa en un museo de sí misma».