Su último disco, Seremos, apenas tiene diez meses y el primero, Atrapados en azul, cumple 25 años. Ismael Serrano llega al Teatro de las Esquinas en pleno proceso reflexivo e inmerso en la continua búsqueda de su lugar en el mundo. Con las canciones como vehículo. Como siempre.

Por fin regresa a Zaragoza.

La última vez que estuve fue en el homenaje a Carbonell y ya hacía muchos años que no venía. Estamos en un momento en el que cada concierto se tiene que celebrar de una manera especial. Tener la posibilidad de seguir trabajando es una alegría.

Una puesta en escena muy pequeña: usted, un piano y un violonchelo.

Sí, una apuesta que también tiene un carácter teatral, que cada vez me gusta más. Soy un tipo obsesionado con los relatos: creo que cada canción es un relato y que un concierto, en sí mismo, también. A mí me gusta desarrollar una estructura de presentación, nudo y desenlace; tender hacia el musical. Es un concierto con un guion que le da un sentido a todo.

En alguna entrevista ha dicho que se atrevería incluso a bailar...

¡Quizá hablé por encima de mis posibilidades! (ríe). Pero me divierte tener otra forma de estar en el escenario y me ayuda a expresar lo que quiero decir. Lo más importante para escribir una canción es tener claro qué se quiere contar. Tengo compañeros capaces de hacerlo desde la escritura automática, yo no puedo, quizá sea un déficit. También lo intento con los conciertos: todas las giras las preparo en función de cuál es mi objetivo de comunicación.

"Los espacios para ponerse serio son necesarios. No pasa nada por que alguien se ponga serio de una puta vez en la vida. Si no, acabaremos perturbados".

Ismael Serrano

¿Qué ventajas tiene este formato reducido?

También tiene que ver con el mensaje del concierto, con esa revisión íntima que hago de mí mismo y de mis canciones. Seremos es un disco que se cuestiona constantemente la figura del cantautor, una figura que yo he representado si es que alguna vez he llegado a ser representación de algo... Siempre se me ha considerado un tipo muy solemne y comprometido, pero la primera frase de este disco dice: «No soy el cantautor que vino a ordenarte la vida». Hay otra, Cállate y baila, en la que una muchacha le pide al cantautor que se calle de una puta vez. Es una desmitificación de este personaje, algo que ya vengo haciendo en los conciertos. Hay que deconstruir al personaje del cantautor y también sus canciones. Es un estado de ánimo que me anima a la reflexión y a la intimidad, aunque hay gente que me pide algo más animado. Pero quiero afrontar el concierto desde otro lugar.

¿Existe conflicto entre el Ismael Serrano cantautor, de voz y guitarra, y el Ismael Serrano de las últimos trabajos, más cercano al pop y a los ritmos latinos?

No, no tiene nada que ver con la estética. No existe ese conflicto porque la impronta de celebración sí está presente en los conciertos. Tiene que ver con mi forma de estar en el escenario, de no ser un frontman sino algo distinto.

¿Qué ha buscado en Seremos?

No estoy muy seguro. Estoy en una búsqueda permanente de mi camino. Ahora me cuestiono el recorrido, a mí mismo... Gran parte de estas canciones se compusieron durante el confinamiento, un episodio que me obligó a reflexionar sobre cuál es mi lugar en el mundo. La llamada, mi anterior trabajo, fue un disco fundamental en mi carrera, porque cambió mi forma de componer, que desde entonces nace en el ritmo. Creo que voy a seguir ese camino, manteniendo la mirada en los ritmos populares y con un ojo siempre en Latinoamérica. Me he dado cuenta de que la sencillez no es algo elemental en la música. La llamada abrió un camino que quiero seguir y la pandemia me ha hecho ver que no es necesario estar siempre en el centro.

El ritmo es muy importante para usted, pero no olvida las letras. ¿Es mejor escritor que hace unos años?

Sí. Soy más exigente conmigo mismo. Mis primeros discos me encantan y si algo me enorgullece de mi carrera es que puedo cantar esas canciones. Pero depuro más las letras, no quiero que sobre ningún verso... Soy mejor escritor, sin duda.

En sus últimos trabajos quizá falta su gen más político. ¿Es hartazgo?

No, creo que es algo puntual. Quizá las reivindicaciones políticas no sean tan explícitas. Se trata de no hablar de lo puramente político pero, también, de no dejar de hablar de los espacios comunes y de los paisajes compartidos. Dudo que la reivindicación desaparezca, porque soy así: es mi forma de entender la música.

En este 2022 se celebran 25 años del lanzamiento de Atrapados en azul, su primer disco. ¿Qué queda de aquel Ismael Serrano? ¿Hay uno nuevo?

Lo del nuevo Ismael Serrano suena tan bien que igual lo uso en alguna promoción (ríe). Es una ficción, porque soy el mismo. Sigue estando esa forma de entender la música, de verlo como una terapia, el amor por el oficio. Sigo siendo feliz en el escenario. Quizá sí que me diferencio al intentar quitarme la solemnidad y la rotundidad, que es normal cuando empecé con 23 años. Uno sí acusa un cierto cansancio por la sensación de que en cada disco hay que empezar de nuevo. Los espacios de difusión son cada vez más reducidos para el cantautor. Hay menos sitio para ponerse serio, que es algo que se nos reprocha mucho. No pasa nada por que alguien se ponga serio de una puta vez en la vida. Si no, acabaremos perturbados. Sí que tengo una pequeña frustración en ese sentido, pero voy a seguir peleándola.

¿Celebrará el 25 aniversario de una forma especial?

¡Cualquier excusa es buena para celebrar, sea lo que sea! Tengo ahora estos conciertos tan teatrales pero, paralelamente, hay un proyecto para celebrar los 25 años con un concierto mucho más sofisticado en la producción.