Los cines de pueblo de Aragón llevan muchos años luchando contra los elementos. El auge de los videoclubs en los 80 y 90, la piratería, el duro proceso de digitalización de hace casi una década y ahora las plataformas de streaming han sido amenazas demasiado potentes y todos no han podido resistir. La mayor sangría se produjo con la citada digitalización, que obligó a cerrar muchas salas en los pueblos más pequeños entre 2012 y 2015. Sin embargo, los que superaron esa crisis han logrado mantenerse con vida y ahora incluso están plantándole cara a la pandemia.

«Nosotros llevamos 14 cines en otros tantos municipios de Aragón. Algunos tardaron más y otros menos, pero al final reabrieron todos», indica Pere Armedes, de la empresa Circuit Urgellenc, que comenzó trabajando en Lérida pero que ahora es la firma que más cines de pueblo gestiona en Aragón (Barbastro, Monzón, Sariñena, Alcañiz, Caspe, Maella...).

La nueva ola de contagios sí ha hecho que algunas salas vuelvan a cerrar de manera temporal, pero con la vista puesta en su reapertura. Como es lógico, también ha caído, y mucho, la asistencia de público. «En 2019 al de Monzón acudían una media de 570 personas a la semana y en 2021 el promedio se ha quedado en unas 230», señala Armedes, que pese a las muchas dificultades es optimista con el futuro de estas salas.

El cine de Fabara.

«Mientras los ayuntamientos mantengan su apoyo y siga habiendo locos como nosotros, yo creo que sobrevivirán porque es una forma de mantener con vida a los pueblos», asegura Armedes, cuya empresa lanzó una campaña en 2020 para apoyar a los cines rurales a través de bonos de entradas anticipadas.

Evolución a la baja

Según los datos de la SGAE, en 2021 había 24 cines con actividad en todo Aragón, frente a los 29 de 2016 o los 41 de 2010. «Cerraron muchos en los pueblos con la digitalización, porque ese cambio requirió de una inversión de unos 40.000 euros solo en los nuevos equipos de proyección. Por eso ahora no tendría mucho sentido que abandonaran tras dedicar tanto esfuerzo», señala Óscar Hernández. Su empresa, Servoeléctrico, se dedica desde hace 40 años a suministrar material audiovisual e incluso a llevar la programación de los cines de varios municipios (Ainzón, Borja Calanda, Tauste, Fabara, Calamocha, Daroca...). «Llevamos un siglo con el cine en crisis y ahí sigue. Sería muy perjudicial para el medio rural que estas salas cerraran, porque además del servicio cultural y social que aportan son un impulso para la hostelería y los comercios de los pueblos», destaca Hernández.

Obviamente, todos estos cines son deficitarios, por lo que el apoyo de los ayuntamientos es clave. «En un pueblo como el nuestro de poco más de mil habitantes casi todos los servicios, como la piscina o el pabellón, son deficitarios, pero tenemos que mantener la vida en el medio rural y apostar por la cultura», subraya el concejal de Cultura de Fabara, José Francisco Bruned, que apunta que a las sesiones acuden unas 50 personas.

Lo cierto es que en algunos casos es casi un milagro que estos cines rurales sigan sobreviviendo. En Ainzón, por ejemplo, resiste gracias a los propios vecinos. «En los 80 cerraron muchos y el nuestro también peligró, así que se decidió crear una asociación para mantenerlo con vida. Ahora tenemos unos 390 socios que pagan seis euros al mes y con eso acceden a las sesiones», explica la presidenta de la asociación, Marigel Adell. «Además de un servicio cultural es también un evento social que une al pueblo. Recuerdo que cuando cambiamos las butacas hace años todo el pueblo colaboró instalándolas y cosiendo las nuevas cortinas», añade.

El cine de Ainzón.

El cine de Zaidín, en el Bajo Cinca, también se mantiene gracias a los socios. «Antes era de un particular, pero hace ya mucho tiempo que lo compró el ayuntamiento. En 2012 lo cambiamos a digital y queremos mantenerlo», indica su alcalde, Marco Antonio Ibarz.

La llegada de nuevos operadores 

Tarazona también ha afianzado su cine en los últimos meses y, a pesar de la pandemia, ha garantizado su futuro para los próximos cuatro años. La empresa valenciana Exhicine se adjudicó en verano la explotación del servicio y ya está proyectando cada semana tres películas diferentes en el Teatro Bellas Artes. «Ojalá lo podamos mantener abierto muchos años», subrayan fuentes del consistorio.

La pandemia retrasó más de la cuenta la licitación, lo que provocó que el servicio dejara de prestarse durante algunos meses previos al verano. Pero finalmente salió adelante y se presentaron tres empresas. El contrato se lo llevó Exhicine y desde octubre ha vuelto a programar. «Cuando surgió la oportunidad no lo dudamos y, aunque es un momento complicado, estamos abiertos a mirar otras que puedan salir en un futuro en Aragón», explica el gerente de Exhicine, Leví Navarro, que considera que las salas de proximidad «aún tienen cabida dentro del sector».