La nueva película de Jonás Trueba, Quién lo impide, no ha dejado de recibir elogios y reconocimientos desde que se estrenó en octubre del año pasado. Premio Feroz Zinemaldia en el Festival de San Sebastián, nominada en los Goya y en los premios Feroz Arrebato, la cinta del director madrileño se sitúa a medio camino entre la ficción y el documental para construir un retrato generacional que emana autenticidad y verdad por los cuatro costados. Este domingo se ha proyectado en la Filmoteca de Zaragoza y Trueba ha participado en un coloquio abierto al público en el marco de los actos previos a la gala de los Premios Feroz del día 29 en la sala Multiusos . El realizador ha atendido a este diario.

-Empezó a filmar a los dos jóvenes protagonistas de ‘Quién lo impide’, que no son actores profesionales, sin la pretensión de hacer una película. ¿Cuándo se dio cuenta de que lo que estaba grabando podía convertirse en un trabajo audiovisual?

-Quién lo impide tiene un grado de inconsciencia muy grande desde el principio, pero al mismo tiempo uno como cineasta siempre está pensando en la posibilidad de dar forma a una película. Eso sí, me apetecía mucho no empezar con una forma cerrada. Pensaba que si lo que estaba rodando podía acabar siendo una película quería que fuera la más abierta que podía hacer ahora mismo. No sé si la más libre, pero sí trabajar con esa idea de proyecto que se va haciendo poco a poco, una especie de película río. Al final, Quién lo impide ha comprendido cinco años de grabaciones y cientos de horas de metraje.

-¿Echa de menos una mayor libertad en el cine actual?

-Creo que el cine ya se hace demasiadas veces desde una especie de cálculo. Las películas tienen que pasar por tantos procesos que parece que lo que se está buscando en ocasiones es repetir una fórmula, en cómo hacer que un filme tenga éxito en la taquilla o en los festivales internacionales. Al final, yo como espectador siento que muchos trabajos se resienten de eso, de tener un exceso de cálculo. Y Quién lo impide intenta escapar de todo eso. Por eso la hicimos a lo largo de tanto tiempo, sin depender de nadie y con un presupuesto muy bajo. Queríamos hacer una película más libre, menos formateada.

-Ahora todo se etiqueta. Usted ha defendido que ‘Quién lo impide’ no es ficción y no es documental. ¿No encuadrarla bajo ningún género es también una declaración de intenciones?

-Totalmente. Y a veces es un problema. Tenemos esa obsesión con catalogar todo tanto que cuando una película se resiste a ello surgen algunos problemas e incluso se crean barreras para que la gente dé el paso y la vea. Es como si necesitáramos saber la película que vamos a ver antes de verla, como si necesitáramos anticiparnos. Yo me resisto contra eso. También creo que es la belleza de esta película, esa cierta imprevisibilidad.

-Al final logró armar un retrato generacional muy auténtico sobre la juventud, una especie de película-ensayo.

-Sí, para mí la película también tiene algo ensayístico, de borrador, de tentativa. Lo de retrato generacional ya me da más miedo porque soy consciente de que hay muchos tipos de jóvenes distintos como en cualquier rango de edad. Por eso la película nace con una vocación de atrapar el momento de unos jóvenes, no de los jóvenes. Si luego se hace una interpretación en clave más sociológica pues vale, pero no es lo que se pretendía.

-¿Se tiene una percepción errónea de los adolescentes y jóvenes actuales?

-Quizá sí, pero como la tenemos de tantas cosas. También los jóvenes tienen una idea errónea de los adultos. Tendemos mucho a mirarnos con un poco de prejuicio. Pero sí que es cierto que es absurdo pensar en la juventud con esos prejuicios negativos cuando todos sabemos que en esa época es donde nos hemos encontrado más a nosotros mismos y donde nos hemos debatido de una forma más bella entre lo que somos y queremos ser. Por eso me parece especialmente cinematográfica.

-La película está nominada al premio Feroz Arrebato. ¿Vendrá a la gala del día 29?

-Ojalá. Cualquier excusa es buena para venir a Zaragoza. Siempre digo que es como mi segunda ciudad. Tengo muchos amigos aquí y precisamente venía mucho de adolescente. Siento que aquí aprendí muchas cosas y es como si le debiera algo a la ciudad.

-Siempre deja un pie anclado a la realidad en sus películas. ¿Cree que es más potente que la ficción?

-Sí, desde luego. Yo creo que la realidad es mágica. Muchas veces la despreciamos y la banalizamos. Parece que el cine tiene que evadirse de ella y tergiversarla demasiado. Y yo pienso que la clave está en atender a la realidad y perseverar en ella. Mirar atentamente las cosas y comprender que siempre te sorprende. Cada vez aprendo más de ella y, de hecho, creo que mi camino como cineasta es ir al encuentro de la magia de la realidad.

-De lo mucho que habrá aprendido de cine de sus padres, ¿con qué se quedaría?

-Mis padres siempre han sido un referente para mí por muchas cosas, sobre todo por cómo han logrado hacer las películas que querían durante 40 años. Con mayor o menor éxito, pero siempre han hecho lo que querían. Además de una forma muy artesana.

-¿Tiene ganas de hacer una película con un presupuesto mayor?

-Este año si nada se tuerce voy a hacer una con un presupuesto mayor. Pero no por el afán de tener más presupuesto, sino porque la película lo requería así. No me gusta hablar de las pelis antes de hacerlas pero voy a filmarla en Granada y quiero que sea un retrato de esa ciudad a finales de los años 90 con la efervescencia cultural que había en esa época y sigue habiendo todavía.