Son buenos tiempos para la crónica, ese género a caballo entre la literatura y el periodismo que cuenta con una importante tradición, y una amplísima nómina de excelentes autores y publicaciones, en América Latina. Una veta en la que no paran de surgir nuevos nombres, mientras otros, veteranos y consagrados allí pero poco conocidos en nuestro país, obtienen aquí por fin el reconocimiento que merecen. En algunos casos, aventurándose en un territorio literario tan diferente como es el de la ficción.

Ese es el trayecto que ha realizado Cristian Alarcón, el ganador del Premio Alfaguara de novela 2022 que se ha fallado este jueves en el Casino de Madrid. Alarcón es un periodista de investigación chileno de largo recorrido, radicado en Buenos Aires y al mando de la revista Anfibia, una publicación enfocada precisamente en la crónica y los ensayos narrativos. La obra con la que ha ganado el premio se titula El tercer paraíso, y como ha señalado el jurado, es "una novela con estructura dual, ambientada en diversos parajes de Chile y Argentina, en la que el protagonista reconstruye la historia de sus antepasados, al tiempo que ahonda en su pasión por el cultivo de un jardín, en busca de un paraíso personal". Un paraíso personal que es también un lugar a salvo de la pandemia.

El jurado ha señalado además que el libro "abre la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio frente a las tragedias colectivas". Porque son unas cuantas las que recorre la novela, del gran terremoto de Chile de 1960 a la represión desencadenada por Pinochet tras el golpe militar contra Allende.

Una novel pandémica

En conexión desde su casa de la capital argentina, Alarcón ha contado que la novela surgió de la soledad y que la escribió enteramente durante la pandemia, "primero en un retiro que me vi obligado a hacer en las afueras de la ciudad de Buenos Aires y luego, después de sobrevivir a una de las cepas más temibles del covid, refugiándome en el sur de Chile, donde ocurren estos acontecimientos. Primero en una casa antigua del pueblo en el que nací, luego en una cabañas en medio de la montaña, y más tarde en una casa en el lago Caburgua que me permitía ver el atardecer más maravilloso que yo haya visto jamás".

El autor ha explicado, como apuntaba el jurado, que este libro tiene "una doble faz: una historia familiar latinoamericana en la que también honro a quienes considero mis maestros, los grandes escritores que leí siendo demasiado joven [...] y esta experiencia suburbana elegida" en la que según ha relatado, después de muchos años escribiendo sobre ladrones o capos de la droga, "me reencontré con algo que tiene que ver con mis ancestros, y que es la profunda relación que muchos y muchas necesitamos con la naturaleza. Un redescubrimiento de lo botánico, de la vida, más allá de nuestras urgencias y emergencias, que nos resulta un delirio pero también una aventura de conocimiento, de aprendizaje vital ante las circunstancias en que nosotros mismos como humanos nos hemos puesto, hasta llegar a este punto de crisis global, experimentando en nuestro cotidiano estos sufrimientos nuevos".

El escritor Fernando Aramburu, que ha presidido el jurado del premio, ha reconocido "la enorme calidad de la prosa, una prosa concisa, exacta, mesurada, que además se adecúa muy bien a la historia que se cuenta". Y ha destacado también que, a pesar de esos duros hechos históricos y personales que se cuentan, es una novela "en la que se postula la belleza, el placer de los sentidos, la posibilidad de encontrar un refugio personal en forma de espacio ajardinado".

El autor ha explicado que la novela nació en realidad de un ensayo escrito para un libro colectivo en los comienzos de la pandemia, y en el que una serie de intelectuales se preguntaban cómo sería el futuro después del covid. En él ya aparecían algunas historias relativas a su madre y su abuela y la idea del fin del mundo. Un hiló del que siguió tirando más tarde. “A partir de esas dos mujeres empecé a escribir sobre ellas, a alejarme de la ciudad y a irme al campo, y fui descubriendo que tenía tierra, que tenía agua, que tenía aire, que podía conseguir semillas, bulbos de dalias… Comencé una experiencia botánica real. La novela tiene muchísimo de real. No dejo de ser el cronista que soy por convertirme en un escritor de ficción. Creo además que esa es una frontera antigua, casi del siglo XX”, ha sentenciado.

Hijo del exilio

Cristian Alarcón (La Unión, 1970) llegó a Argentina siendo todavía un niño y huyendo del Chile de Pinochet. Desde principios de los años 90 se consagró al periodismo de investigación en darios como Clarín Página 12 y revistas como Rolling Stone o Gatopardo. En sus libros Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, sobre un grupo de ladrones de Buenos Aires, y Si me querés, quereme transa, centrado en los narcos de la ciudad, se cruzan la literatura con la etnografía urbana. Un mar de castillos peronistas, en cambio, mezcla crónicas de viajes con perfiles de personajes disidentes y marginales. En la actualidad, Alarcón dirige la revista Anfibia y el sitio Cosecha Roja. Ha recibido diferentes premios por su trabajo, y además de ser profesor titular en la Universidad de la Plata, ha realizado estancias académicas en EEUU y en Francia. Sus últimos trabajos se centran en la relación entre el periodismo y el arte.

El jurado en esta edición del premio ha estado formado por la periodista y escritora Olga Merino, el escritor y director de cine Ray Loriga, la autora y librera Paula Vázquez, la directora de la Feria del Libro de Guadalajara Marisol Schultz Manaut y Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, además de por su presidente, Fernando Aramburu. El premio está dotado con 175.000 dólares, una escultura de Martín Chirino y la publicación simultánea de la obra en todo el territorio de habla hispana.

Después de la edición del año pasado, que se celebró de manera 100% virtual a consecuencia de la pandemia, en esta ocasión la editorial ha querido volver a reunir a un grupo muy reducido de periodistas en el Casino de Madrid, en un acto de aforo limitado al que buena parte de la prensa se ha conectado de manera telemática. Al galardón se han presentado un total de 899 manuscritos, de los que siete han resultado finalistas, auque Alarcón se ha impuesto por unanimidad. El año pasado resultó ganadora la escritora colombiana Pilar Quintana, con su novela Los abismos.

El Premio llegaba este año a su XXV edición y Nuria Cabutí, consejera delegada de Penguin Random House, el grupo editorial al que pertenece Alfaguara, ha aprovechado para evocar sus comienzos en 1997, en un reservado del hotel Palace y con un jurado presidido por Carlos Fuentes deliberando afanosamente sobre un ganador que finalmente serían dos, Sergio Ramírez y Eliseo Alberto. Después, Cabutí ha recalcado que “ningún otro galardón ha hecho más por la cohesión de la lengua española y lo seguirá haciendo en el futuro. Esa es nuestra labor como editores: apostar por el talento de nuestra lengua común”.

Alfaguara ha sido galardonada en 2021 con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural, que le ha concedido el Ministerio de Cultura "en reconocimiento a su papel en la historia de la edición española, por su contribución a la formación de los lectores en la mejor narrativa internacional, por su papel en la difusión de la creación en español de ambas orillas y por su aportación innovadora a la literatura infantil y juvenil".