El otro día, casi de soslayo, el representante del PSOE en la Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza le preguntaba a la vicealcaldesa y responsable municipal del área, Sara Fernández, qué había de una programación estable que se iba a hacer en torno a la marca Ambar Z Music (junto al concurso que es de esperar que vuelva tras el covid) y que contemplaba hacer una serie de diez conciertos al aire libre en dos escenarios de la ciudad con grupos aragoneses como teloneros. La consejera, lejos de negar la posibilidad, dijo que se estaba trabajando en ello y, aunque también dijo que no había ninguna intención de suprimir ningún programa de los puestos en marcha en 2021 por Zaragoza Cultural, es evidente que hay algo que no cuadra.

El verano pasado, en plena pandemia, el sector de la música aragonés se unió, por primera vez en la historia, para sacar adelante un festival (se llamó ciclo por aquello de las nomenclaturas, Música al raso) que sirvió, además, para recuperar el Jardín de Invierno del Parque Grande José Antonio Labordeta de Zaragoza (se especuló incluso con que volviera el Rincón de Goya). Ya saben el programa, una serie de conciertos al aire libre, todos ellos con presencia aragonesa, bien encabezando el cartel o bien como teloneros. No hay que ser muy listo para ver que hay un choque de intereses entre esa programación que se está planteando al aire libre como Ambar Z y este Música al raso.

Bien es cierto que el Ambar Z cuando antaño tenía mucha fuerza y empuje (y dinero para programar) era más que un concurso ya que contaba con una programación de conciertos muy sólida que algún año incluso se permitió el lujo de llevar a grupos de la ciudad a tocar en el extranjero. Es cierto que eran tiempos de bonanza económica y de otro tipo de políticas culturales, ahora de capa caída. Por lo tanto, se puede argumentar que esta propuesta que sale ahora no sería más que intentar recuperar aquello. Si es para convivir con el Música al raso, no seré yo el que ponga objeciones a que la programación cultural de la ciudad crezca y se multiplique.

Sin embargo, y dado que el sector cuenta que ni mucho menos está garantizado que vuelva el festival del Jardín de Invierno ya que, de momento, el consistorio no ha dado ningún paso para ello, yo quiero romper una lanza a favor de Música al raso. Una cita que es muy importante para Zaragoza por lo que es y lo que significa. Y también, no hay que obviarlo, por el oxígeno que le da a un sector muy castigado por la crisis del coronavirus.

Así que si la idea es que convivan los dos programas (a mí, a priori, me produce cierta perplejidad que eso pueda acabar pasando conociendo el funcionamiento de estas cosas), nada que decir, pero si esta vuelta a la programación del Ambar Z va a servir para acabar con una iniciativa público-privada (con el valor añadido de que implicaba a todo el sector), no creo que tenga mucho sentido. Menos en un momento en el que las instituciones siguen apelando al discurso de la colaboración con el sector privado y a la comprensión con un mundo de la cultura muy perjudicado. Por cierto, ni se lo planteen, Música al raso fue un rotundo éxito. También de público.