París es la ciudad del amor y, para el breakdance, el lugar en el que su fama recupere los adeptos perdidos. Por primera vez en la historia, este baile formará parte de los cientos de deportes que llenarán la capital francesa durante el verano de 2024.

Una situación que ya ha servido para que el foco se dirija hacia el breakdance. «La entrada en los Juegos Olímpicos sí ha hecho que muchos medios se interesen por nosotros», explica AlbertoPardo, conocido como Bboy_Extremo, que lamenta a la vez que el impacto mediático no ha sido el mismo en la sociedad: «El anuncio no ha calado tanto en la gente, porque muy pocos se han acercado otra vez a las academias o a la cultura que expresa este baile». Sin embargo, este anuncio sí ha gustado a los familiares cercanos a Extremo: «Para mí son mucho más importantes cosas que he hecho antes, pero a mis padres les encantó que el break esté en París».

Aunque aún quedan más de dos años para que la llama olímpica encienda la competición en París, una categoría nueva como el break necesita de mucha preparación previa: «Ya se está trabajando para crear un circuito nacional federativo». Una gran liga que agrupe los concursos y enfrentamientos de baile que cada fin de semana se suceden por todo el país. Una forma de que estos encuentros, que siempre necesitan de la pasión, también sirvan «como puntuación» para la gran cita.

En el caso de los Juegos Olímpicos de 2024, los duelos entre bailarines serán siempre individuales. Las competiciones en grupo están descartadas. «No me gusta mucho que la única categoría sea la individual», admite Extremo, que considera que así se pierde una de las esencias de su baile, que es «compartir la pista con los compañeros».

La limitación de categorías en los Juegos no es el único problema que los breakers le ven a su participación olímpica. «La escena española está muy dividida con este tema», manifiesta Pardo, que encuentra dos vertientes claramente identificadas: «Unos aseguran que convertirnos en deporte profesional matará la esencia del break y otros lo ven como el impulso que necesitamos». Por su parte, Extremo tiene clara su postura: «No es un deporte pero nuestra vida es como la de un deportista de élite». «Lo veo como un camino más para que la sociedad reconozca lo que hacemos», sentencia.

Aunque Pardo no irá a París como participante, su presencia en la capital francesa puede llegar sentado en una silla: «Quiero pensar que tengo opciones de ser juez en la competición, porque las ganas me sobran». En poco más de dos años se sabrá si a Bboy Extremo, como a Bogart, le quedará París para siempre.