Es un local amplio, con varios sofás y un par de barras y pesas para completar las rutinas de entrenamiento. Aunque sus usuarios prefieren el suelo: sobre él, y por turnos consecutivos, no dejan de saltar, girar, conseguir posturas inimaginables y bailar al ritmo de la música negra que retumba en todo el estudio. Jóvenes y adultos se juntan casi a diario para desarrollar su mayor pasión: el breakdance. 

Aunque no hay rangos, Alberto Pardo, también conocido como Bboy Extremo, puede hablar con autoridad. Uno de los pioneros en Aragón dentro de esta cultura recuerda que los inicios, a mediados de los 90, fueron muy distintos a la actualidad. «Yo descubrí el break en una discoteca y me quedé loco con esa cultura», recuerda Pardo. Intentar imitar lo visto sobre esa pista de baile se convirtió en una obsesión que, en aquellos años, requería de técnicas muy depuradas: «Grababa en cinta los programas de música negra de la MTV, reproducía a cámara lenta los trozos en los que salían los bailarines y luego lo repetía», recuerda el bailarín, que llegó a descargar en internet textos que explicaban, paso a paso, cómo hacer las distintas coreografías: «Parece surrealista, porque no se puede aprender a bailar leyendo».

Cuando se enteró de que había más gente como él en Zaragoza, Extremo se acercó a los breakers, aunque el mundillo era «muy cerrado y no te aceptaban fácilmente». El tesón y la insistencia, cualidades fundamentales para desarrollar esta actividad, hicieron de Pardo uno más. «Ahora las cosas han cambiado y se recibe bien a cualquiera que quiera empezar en esta cultura», asegura. 

Una cultura que empapa y que Pardo certifica que se convierte «en un estilo de vida». «Yo entré aquí por el baile pero la escena y la gente me conquistaron», cuenta el bailarín, que ve como otros dos puntos clave del mantenimiento de esta cultura «el propio rap y el graffiti». 

La situación actual del sector hoy en Aragón no es tan buena como lo era a principios de los 2000, según Pardo. El bailarín piensa a menudo en qué ha pasado para que todo haya cambiado y qué se puede hacer para que el break recupere el esplendor. «Creo que no está de moda porque es un baile muy sacrificado y que necesita de constancia», indica Pardo, que cree que hoy la sociedad quiere «todo para ahora y con el menor esfuerzo posible». «Nos creemos que viendo un tutorial de 5 minutos vas a saber hacer todo», critica Pardo, que ve en el individualismo que hoy impera otro de los problemas para un arte que es principalmente colectivo, ya que «todos nos ayudamos y animamos al compañero para que todo salga adelante».

El último de los problemas que debilitaron al breakdance fue la división interna. «Hubo un momento en el que el rap se fue por un lado, el baile por otro y el graffiti por otro», rememora Pardo, que considera fundamental la unión de los tres elementos para que la afición por el break se siga extendiendo. «Nosotros, por ejemplo, no nos identificamos con las letras del rap actual», ejemplifica. La última de las divisiones ha venido por la entrada del breakdance en los Juegos Olímpicos como nueva disciplina deportiva, lo que ha generado un debate entre los más puristas y los que ven el deporte como una nueva vía de atracción. 

Olvidando todas las problemáticas, y pese a ellas, Bboy Extremo trabaja constantemente porque la música del break no deje de sonar. Siendo uno de los pocos que se puede dedicar, a nivel nacional, profesionalmente a este baile, Pardo dirige Circle of Trust, su propia compañía artística. «Organizamos muchas actuaciones para teatros y para eventos», explica Pardo, que adelanta que el próximo mes de mayo estrenarán un nuevo espectáculo.

El segundo de sus proyectos es la creación de un curso para ser juez en las batallas de baile. «Estoy preparando un gran módulo para enseñar a la gente como juzgar en estos duelos», desgrana Pardo, que asegura que la función del juez es más importante de lo que se cree. Él mismo, por ejemplo, ha participado en competiciones internacionalmente. «La base que todo juez necesita es experiencia, profesionalidad y mucha fuerza mental», cierra Extremo. 

El ritmo no para

La pasión por el breakdance también ha llegado a las siguientes generaciones. En el mismo local, Guillermo Lafita, Diego Bayona y Francisco Sánchez se turnan y se corrigen los trucos que llevan a cabo. «Conocí el break en mi colegio y me enganché muy pronto», comenta Lafita, que entró en el mundillo igual que sus dos compañeros de pista.

«El esfuerzo que requiere es una de las cosas que más me atrajeron», cuenta un Sánchez, mientras Bayona añade que la disciplina que requiere el breakdance le ha convertido en «una persona mucho más eficiente, que se organiza mejor en todo». 

Mientras los tres jóvenes comparten sus experiencias en torno al break, en el local aparece Óliver Fernando, que solo tiene 11 años pero ya consigue con su cuerpo todo lo que se propone. Saluda a todos, sin dejar de bailar, mientras sus veteranos compañeros comentan que el futuro de la comunidad pasa por los pies del niño: «Este chico va a conseguir muchas cosas si sigue así».

«Yo empecé viendo vídeos con mi padre y rápidamente buscamos un sitio para practicar», explica Fernando, contento porque desde hace un tiempo entrena con Extremo. Un niño que ha huido del fútbol o el baloncesto, actividades más comunes, porque desde pequeño imita a Michael Jackson y para él «este baile es lo mejor de mi vida, mi auténtica pasión». 

Óliver se une a la rueda de práctica y los cinco bailarines se turnan para ejecutar sus trucos. La música no ha dejado de sonar, porque el breakdance en Aragón sigue muy vivo.